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Actualizado: 3 de junio de 2025
Y Dupont sentía cierto orgullo al pensar que la Iglesia tenía su oración en latín para las viñas, como si hubiese presentido a muchos siglos de distancia que nacería en Jerez un siervo de Dios, gran productor de vinos, que necesitaría de sus preces. Adjutorium nostrum in nomine Domine dijo el sacerdote mirando a su rico acólito con el rabillo del ojo, pronto a indicarle la respuesta.
A Leto no dejaba de ocurrírsele algo también; pero temiendo que fueran majaderías, se limitó a glosar un poco las ocurrencias de Nieves; la cual, en una de éstas y por apretarle demasiado con los dientes mientras hablaba, cortó el rabillo del clavel. Leto le recogió del suelo tan pronto como cayó, y se lo quiso devolver a Nieves...
Junto a la escalera estaba la mula, enjaezada y dispuesta a partir para la viña... Al pasar cerca de ella, sonriose satisfecho Tistet Védène y se detuvo para darle dos o tres golpecitos cariñosos en la grupa, mirando con el rabillo del ojo si el Papa lo observaba. La ocasión era propicia... La mula tomó impulso... ¡Toma, allá te va, bandido! ¡Siete años hacía que te la guardaba!
En aquel momento hablaba con la señora Tournemine, mujer del alcalde de la Celle-Saint-Cloud, sin dejar de observar con el rabillo del ojo á los jóvenes desposados, que, poco á poco, se habían quedado solos en el hueco de una ventana. Señorita, he aquí un día lleno de emociones para usted, dijo la alcaldesa.
Lo besa, juguetea con él como una gata, y al mismo tiempo se da el placer de seguir con el rabillo del ojo la impaciencia de sus admiradores, que se mantienen a distancia, ansiosos de juntarse con ella. ¡Criatura ingenua y refinada!... Pero fíjese, Fernando: usted, que me cree poca cosa, y no le falta razón, mire con qué impaciencia me aguardan mis admiradoras.
Núñez dejó escapar un murmullo de aprobación sin levantar la cabeza, pero miró con el rabillo del ojo a su amigo y una chispa de malicia atravesó por sus ojos. Dudo que exista en el mundo prosiguió Tristán una ciudad más aburrida, más prosaica y cominera que la capital de España.
¡Ah! ¿Para hablar de mí?... Pues mira, de aquí en adelante no hables de mí. Basta con que me quieras. Los criados, que por allí andaban, los miraban con el rabillo del ojo y se hacían guiños maliciosos. Al salir tropezaron con Pepa Frías. La frescachona viuda estaba muy bien ataviada: había oído infinitos requiebros.
Ballester, que ya tenía noticia, por una esquelita de doña Lupe, del rudo acceso de aquella mañana, le vigilaba disimuladamente, mirándole por el rabillo del ojo, pero en una de las vueltas que dio al laboratorio, Maxi dejó bruscamente el trabajo y se fue a la calle sin sombrero.
El tío Frasquito tenía su habitación en el piso cuarto, y al llegar al segundo, notó con sobresalto que alguien le seguía por la escalera... Apretó el paso azorado, y mirando por el rabillo del ojo, descubrió al marqués de Sabadell que subía de dos en dos los escalones, para alcanzarle sin duda. ¡Santo Dios, y qué apuro tan grande!
Indudablemente, una mujer. Los balcones solitarios empezaron á poblarse de cabezas femeninas que seguían sus evoluciones con el rabillo de un ojo. Se levantaron muchos visillos, marcándose detrás de los vidrios pupilas interrogantes y bocas sonrientes. «¿Será por mí?...» Esta pregunta muda parecía extenderse de fachada en fachada.
Palabra del Dia
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