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Actualizado: 3 de junio de 2025


Lo único que me tranquilizaba un poco era el placer que manifestaba usted en quedarse a mi lado. Cuando usted paseaba por el jardín, yo, desde mi diván, le seguía con el rabillo del ojo y muchas veces fingía dormir para que usted se acercase a con más libertad. No tenía necesidad de abrir los ojos para saber que usted estaba allí; le veía a través de las pestañas.

Todos tenían excitado el apetito por el paseo y el baile, y miraban con el rabillo del ojo la puerta por donde entraban las criadas. Señores, tendrán ustedes que perdonar decía doña Manuela con aire de castellana hospitalaria . Estamos en el campo y hay que conformarse con lo que traigan. Aquí no se pueden hacer milagros. En fin, harán ustedes penitencia.

Y él, convencido de su éxito, se empequeñecía, se humillaba ante el oficiante, como un simple acólito, mirando algunas veces al público con el rabillo del ojo para que no perdiese ni el más pequeño detalle de su religiosa abnegación.

Al sorprender la mirada de Fernando fija en él maliciosamente, le contestó con un leve guiño. «; el cargo no era malo... Puramente platónico, pero algo es algoPermaneció Ojeda toda la tarde cerca de Mina, contemplando estos juegos que parecían volverlos a todos a las alegrías de los primeros años. Ella le miraba con el rabillo de un ojo, agradeciendo su permanencia como una prueba de amor.

Salían del atrio para adoptar fieras posturas, con las manos en la faja y la cabeza erguida, ante los grupos de mujeres. En ellos estaban las amadas atlotas fingiendo indiferencia y contemplándolos al mismo tiempo con el rabillo de un ojo. Poco a poco iba disolviéndose esta masa de gentío. ¡Bon dia!... ¡Bon dia!... Muchos no volverían a verse hasta el domingo siguiente.

Hubo unos instantes de silencio embarazoso. Raimundo apoyó el codo sobre la mesa, puso la mejilla sobre la mano y quedó pensativo y serio. Ella le observaba con el rabillo del ojo entre colérica y curiosa.

Comenzó el acto: Villamelón seguía indigestado; Currita, emberrenchinada y con el rabillo del ojo alerta; Leopoldina, que era, en efecto, aficionada e inteligente, sin perder una nota, y el tío Frasquito, que allí se había quedado, muy satisfecho por hallarse al lado de Leopoldina, una de las sobrinas espurias a que más predilección mostraba, por su allure varonil y decidida y sus excéntricas genialidades.

Por el lado opuesto, por la avenida central, donde estaban establecidos los pabellones de baile, marchaba la gente «distinguida», con parsimonia, como en una procesión, mirando con el rabillo del ojo a los que estaban en las compactas filas de sillas, o deteniéndose un instante para contemplar las parejas que danzaban en los pabellones.

Y la alzó aún más, poniéndosela cerca de los ojos. Observando con el rabillo del ojo que don Pedro la miraba, todavía la alzó un poquito, hasta rozar con ella los labios del joven. Pero en aquel instante la retiró bruscamente con vivo ademán. Moro quedó estupefacto.

Efectivamente; cuando empezó la música, yo fui el primero en sacar a bailar a Mary. Después de la charanga comenzó a tocar el tamboril. Genoveva miraba a Agapito melancólicamente con el rabillo del ojo; yo me acerqué a él, y dándole un empujón, le dije: Anda, no seas tonto; sácala a bailar. El se decidió. Agapito bailaba ex cáthedra.

Palabra del Dia

rigoleto

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