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Actualizado: 3 de junio de 2025
Va al Brasil por sus negocios. Su mujer ostenta a todas horas un collar enorme de perlas; pero son menores que las de la esposa del gringo, y esto hace que las dos se miren con el rabillo del ojo apretando los labios... Vaciló un momento para reconstituir en su memoria la lista de los ausentes. Hay también unos americanos del Norte, en los que habrá usted reparado por el ruido que mueven.
Maltrana vio a Feli detenerse en el portal y mirarle con el rabillo del ojo, como si estuviera enterada de su presencia por haberle visto desde las ventanas de la fábrica. La muchacha emprendió su marcha hacia arriba, cuidando de no confundirse con las otras del oficio y de no aguardar a la compañera con la que llegaba todas las mañanas al taller. Maltrana salió a su encuentro.
Cornias no se ha andado en chiquitas: todos los trapitos ha echado al sol... ¡Qué hermoso día de mar! Oiga usted, Leto le dijo Nieves muy en reserva y después de notar con el rabillo del ojo que no la oían los que venían detrás : cuando estemos en el balandro y le hayamos visto, proponga usted a mi padre que demos un paseo por la bahía. Ya estaba yo en eso respondió Leto muy ufano.
Luego, su mirada, al pasar sobre el muro inmediato, su animó con un resplandor de inspiración; y de una panoplia descolgó dos espadas herrumbrosas, saliendo con ellas al patio. Abandonados de sus padrinos, los contendientes habían empezado á pasearse, fingiendo que no se veían y sorprendiéndose mutuamente cuando se miraban con el rabillo del ojo.
Cumplido el ceremonial, Villamelón abandonó la mano de su ahijado y quedóse atrás, en actitud señoril, pero estudiada, contemplando estático las grandes narices de Carlos III, que tenía frente a frente, mirando de cuando en cuando con el rabillo del ojo a uno y otro lado, y diciendo para sus adentros: Mucho me miran... Debo de estar hermoso.
De vez en cuando miraba con el rabillo del ojo a su amiga, admirando la bravura de aquella chica, que en lance tan apurado marchaba serena, confiándose en él, y segura de sí misma. No se oía más ruido que el que ellos hacían al pisar las hojas secas sembradas por el camino y el murmullo lánguido del riachuelo.
Mario no fumó otra vez en dos días. En su semblante no se traslució, sin embargo, ningún malestar. Su esposa le miraba con el rabillo del ojo haciendo esfuerzos por reprimir las lágrimas. Pero al pasar por delante del cuarto de su padre vio las llaves puestas en el cajón de la cómoda.
¿Y tampoco ese día lo dijo usted claramente...? preguntó Sola, deteniéndose a media pregunta, porque le quemaba un poco los labios la segunda mitad o el rabillo de la pregunta entera. No le dije nada claramente, porque no me pareció discreto abrirle de par en par las puertas del cielo sin contar antes contigo.
Palabra del Dia
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