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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Deseé, puedes creerlo, que la Pitusa fuera mala para darle una puntera... Pero, quia... ni por esas... ¿Mala ella? a buena parte... Si le mando echarse al fuego por mí, ¡al fuego de cabeza! Todos los días jarana en la casa.
Por fin, igual que otras veces, le dijo, mirándole con melancólica ternura: ¡Si fuera verdad!... ¿Y qué derecho tienes para dudarlo? No lo sé. Corazonadas... miedo. Vamos a ver; apártate un poquito y hablemos fríamente. No dudo de tu sinceridad; pero no confundamos las cosas. ¿Es que me quieres, o es que te parezco bonita? Piénsalo bien: ¿qué soy yo para ti? ¡Mi vida! ¡Mi cielo! ¡Quiá!
¡Quia!... No faltaba más. Quedose un rato Fortunata en la puerta mirándola subir, calle arriba, y después entró despacio, meditabunda. En todo el resto del día no la pudo apartar de su mente. ¡Qué extraordinaria mujer aquella! Sentíala dentro de sí, como si se la hubiera tragado, cual si la hubiera tomado en comunión.
Te pagaré el billete. ¡Quiá! No, señor repuso con candidez maliciosa . El empleado al dar el billete se fijaría en mí: muchas veces me han perseguido sin conseguir verme de cerca, y no quiero me tomen la filiación. ¡Feliz viaje, señorito! Es usted la más buena alma que he encontrado en el tren.
¡Quiá! exclamó el aldeano, soltando otra vez la carcajada.
Ciceronis orationis hodie in admiratione habemus, si tamen á diis manibus venisset Cicero et in Complutensi theatro unam ex illis repeteret, prae molestia omnes dilaberentur. Quia natura rerum ingenia hominum priscia illa fastidiunt, nova ergo invenienda, sequendum quo natura, ne deseramur. Tempere quo Mena floruit, ipse fuit Hispanus Ennius, Pacuvius et Livius, ecce vetus poema.
Esa comparsa que traen alrededor son paniaguados suyos, que les obedecen ciegamente. ¿Piensa usted que yo ahorro un ochavo aquí en este desierto? ¡Quiá! Vive a mi cuenta toda la parroquia.
Por la fuente de plata que os habéis traído. ¿Y comió mucho la reina? ¡Quia! no... ni el padre Aliaga... ¿Y te has comido las dos?... Sí. Ven, hijo mío, ven... ven á las cocinas... voy á darte aceite, que es bueno para que arrojes... ¡Oh! ¡Dios mío!... Tengo ansias, tío... El bufón asió al mozo y le arrastró consigo.
La caporala es rica, mismamente rica, tal como lo estáis oyendo, y todo lo que coge aquí nos lo quita a las que semos de verdadera solenidá, porque no tenemos más que el día y la noche. Vive por allá arriba indicó la Crescencia , orilla en ca los Paúles. ¡Quiá, no, señora! Eso era antes.
Dejándome llevar del único pensamiento racional que sobrevivía en mi cabeza, pregunté a Chisco: Dime, hombre, ¿se parece a esto nuestro valle? ¡Quiá! me respondió el espolique con el mayor desdén. Es más ancho, ¿eh?... y más... ¡Quiá! Ni la metá siquiera. ¡Demonios! repliqué . Pero serán más bajos los montes...
Palabra del Dia
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