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Actualizado: 29 de julio de 2025
En el reloj de la torre de otro pueblo vasco, en Urruña, se lee escrita esta triste sentencia: Vulnerant omnes, ultima necat. Todas hieren, la última acaba. Mejor todavía la triste sentencia podría estar escrita en el reloj de la torre de Zaro.
Grandis est in illa Maro, grandior in ista Lupus... In Latinis non est cumquo Draconteam aut Angelicam componas... ¡Sed quid plura pro Lupo tota acclamanti et consentiente rerum natura, mirante sæeculo! Non omnes ad omnia nati.
Y al levantar la vista rabiosa y desesperada, como para lanzar en torno una mirada de orgulloso desafío, divisó al frente la imagen de Jesucristo, del Juez único que su soberbia vencida aceptaba, mostrándole su corazón herido, diciéndole en aquel letrero que tenía por debajo: Venite ad me omnes. Un crujido misterioso lastimó entonces su pecho, y repitió muy quedo: Omnes!... ¡Todos, todos!...
Arriba, en la parte más alta, había una hermosa efigie del Sagrado Corazón, y caía desde sus pies hasta abajo un gran paño de brocado recamado de terciopelo rojo, con estas palabras bordadas: Venite ad me omnes.
Entonces el enfermo, tembloroso y lívido, cruzó las descarnadas manos, humilló la cabeza sobre el agitado pecho, y con una voz que parecía salir del fondo de una sepultura, respondió a las palabras del sacerdote: Averte faciem tuam a pecatis meis: et omnes iniquitates meas dele.
Jacobo levantó a la altura de las narices de Diógenes su exiguo equipaje, diciendo como Simónides: Omnes divitiae sunt mecum! ¡Honrado plenipotenciario! exclamó Diógenes . Quien no te conozca que te compre: ya habrás dejado el botín en la estación, farsante... ¿De dónde vienes ahora? De Génova... Y tú ¿qué haces aquí?
¡Sancte Raphael!... Ora pro nobis. ¡Omnes sancti Angeli et Archangeli!... Ahora, en vez de ser un santo el invocado, eran muchos, y Dupont erguía su cabeza y gritaba más fuerte, para que todos se enterasen, no cometiendo error en la respuesta. Orate pro nobis. Pero sólo los que rodeaban a don Pablo, podían seguir sus indicaciones.
Quería Dios que aquella fatalidad impensada les sirviera de escarmiento, como la de la Torre de Siloe, cuyas voces pavorosas del estruendo explicó la Magestad de JESUS, que decían: escarmentad en los diez y ocho que sepultó en sus ruínas la torre porque si no enmendais vuestras vidas, pereceréis todos así: Nisi poenitentiam habueritis omnes similiter peribitis; sicut illi decem, & octo, super quos cecidit turris in Siloe Luc. 13. 4.
Había sido la atrocidad de su culpa mayor, que todo el mundo y todo el mundo hubo de ser el teatro vergonzoso a su suplicio. Así lo cantó el gran Prudencio. Extirpata per omnes Terrarum, pelagique plagas tua membra feruntur. Exiliis vagus huc, illuc fluit antibus errat Judœus, postquam patria de sede revulsus, Suplicium pro cœde luit, Cristique negati Sanguine respersus commissa piacula solvit.
Quare procul livor et invidentia, quamvis invidiosus existat, quia extra omnes aut supra invidentiam est Lupus. Soli ne invideant astra, lumen accipiant et sileant. Nam simul ac Sol is te Hispaniae affulsit nostrae, nulla visa sunt astra poetarum nisi noctu. Vive diu: «Vir Celtiberis non tacende gentibus Nostraeque lans Hispaniae.»
Palabra del Dia
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