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Actualizado: 8 de julio de 2025


Y cuando destruido y fatigoso el cuerpo vuelva hácia la madre tierra, ávido de reposo, ¿qué quedará de ? ¿Tras de la tumba, no habrá ya nada más? ¡Oh! : tras ella está la eternidad, dulce consuelo, que al grito del dolor mis labios sella. ¡Oh muerte! ¡Cuánto tardas! Yo te anhelo, y te espero temblando de alegría. No más dolor, más quejas ni más duelo. ¿Quién como yo? ¡La eternidad es mia!

Al principio se negó resueltamente, exhortándoles á sufrir aquellas incomodidades y trabajos por amor de Dios; mas no cesando las palabras, los lamentos, las quejas y aun también las amenazas de dejarle sólo á la discreción de tantos bárbaros que habitaban á lo largo de la costa, le fué necesario condescender con ellos.

D. TELL. ¿De qué te quejas, Si me has atado las manos? FELIC. ¡Hola! CELIO. Dentro. Señora. FELIC. Llamad Esos pobres labradores. Trátalos bien, y no ignores Que importa a tu calidad. Salen NU

Al día siguiente el conde logró una entrevista con Amalia y le dio sus quejas por la escena de la noche anterior. La dama se manifestó amable, condescendiente, justificó su conducta por el bien de la niña. Luis observó, sin embargo, que hablaba de un modo particular: creyó percibir en la miel de sus palabras un dejo de amargura e ironía que le sobresaltó.

El resultado de todo esto continuó fue una gran injusticia. Los reyes habían prometido un premio de diez mil maravedíes al primero que descubriese tierra, y Colón, que no perdonaba provecho, se atribuyó dicha suma, fundándose en lo de «la candelica». Pinzón, que podía atestiguar la verdad, acababa de morir; y el pobre Rodríguez Bermejo, al verse injustamente despojado por el grande hombre, sin que nadie atendiese sus quejas, sintió tal desesperación que se pasó al África y renegó de la fe cristiana, haciéndose moro.

Mas los que se pudieron hallar enteros y que se pudiesen leer, después que a él allí le hallaron, no fueron más que estos que aquí se siguen: Árboles, yerbas y plantas que en aqueste sitio estáis, tan altos, verdes y tantas, si de mi mal no os holgáis, escuchad mis quejas santas.

Inés salía del seno del claustro como yo del montón de muertos de la Moncloa, y al contestar con una sonrisa a mis amorosas quejas, sacaba del sepulcro de la Orden el pie que tan impremeditadamente había metido dentro. Viéndola reír, reíme yo también, y al punto, olvidando la situación, nos hablamos con la confianza de aquellos tiempos en que de nuestras penas hacíamos una sola. ¡Ay, chiquilla!

El piano resonó de nuevo, y radiante con su traje blanco, de pie en medio del auditorio, al que dominaba por su belleza tanto como por su talento, Jenny Hawkins paseó una mirada de dominación por los concurrentes. Ahora cantaba las dolorosas quejas de la Traviata, cuando la pobre mujer siente que la muerte le roza con su ala.

Y así venía la noche en que los temores, adquiriendo doble proporcion, parecían convertirse en realidades. Julî temía el sueño, temía dormirse, pues su sueño era una continuada pesadilla. Miradas de reproche traspasaban sus párpados tan pronto como los cerraba, quejas y lamentos barrenaban sus oidos.

El mismo Luis Quijada, mayordomo de la Princesa regente, no pudo llegar hasta unos días después, por el fatal estado de los caminos; todo lo cual puso al Emperador de malísimo humor y le hacía prorrumpir en desabridas quejas, no pudiendo sufrir verse en tal especie de desamparo el que tan acostumbrado estaba á mandar y ser servido.

Palabra del Dia

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