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Actualizado: 8 de julio de 2025
Sus cartas y las de sus servidores están llenas de instrucciones, quejas y demandas, en virtud de las cuales nunca faltaban en la despensa y cueva de aquel modesto palacio los pescados de todos los mares, las aves más renombradas de Europa, las carnes, frutos y conservas de todo el universo.
Don Marcos protestaba de la imprevisión de los generales con una cólera de primario, uniendo sus quejas á las del vulgo.
Quien más murmuraba contra tales visitas era don Juan, el hermano austero, huraño y de pulcra rectitud; pero sus quejas fueron, recibidas tan acremente, que acabó jurando no volver a poner los pies en aquella casa. Quedó el médico dueño del campo.
La suerte le era contraria en el juego; necesitaba nuevas «herramientas de trabajo». Aquel capital que la irritaba con su terquedad, no queriendo subir más allá de los treinta mil, había oído finalmente sus quejas, pero fué para desplomarse con una rapidez fulminante, dejando sólo leves escombros de su existencia. Después de recibir esta ayuda, la duquesa se había mostrado quejosa.
Narró al cura su deseo de casarme, mi poco entusiasmo por obedecerla, mi manía de profundizarlo todo y el estudio que yo estaba haciendo de las solteronas; en una palabra, todo salió a relucir. El cura, repantigado en su butaca, escuchó con atención las quejas de la abuela.
No se esfuerce en negarlo: nada tiene de raro que me traten de ese modo... ¡Las mujeres estamos tan expuestas á la calumnia!... ¡Nos creamos tantos enemigos al no querer acceder á ciertos deseos! Elena había tomado un tono de dulce ingenuidad al formular sus quejas, como si estuviese bajo el peso de las más injustas persecuciones.
La mía ha venido arrancándome concienzudamente, durante todo el camino, el vello del labio superior. Estaba tan absorta en este trabajo, que ni siquiera gritaba. He venido todo el camino riéndome como un loco. ¡Silencio, nos están oyendo! Señores, dejad vuestras quejas; de lo contrario, perderemos su estimación. Mirad a Pablo Emilio: ahí tenéis un hombre que sabe conducirse con dignidad.
Tal vez más adelante, ¡pero ahora!... Ahora quiero ser tu compañero, tu hermano, lo que tú quieras que sea, pero al lado tuyo. ¿Por qué huyes de mí? ¿por qué me cierras tu puerta como á un extraño?... Continuó desordenadamente sus quejas, sus protestas, sus rencores, por aquel alejamiento inexplicable.
Y con voz sorda comenzó a exponer sus quejas, a descubrir los agravios que su marido le hacía diariamente. A nadie en el mundo, más que a su madrastra, haría tales confidencias, que en ella no provocaban lágrima alguna. D.ª Carmen era quien las vertía una a una de sus ojos cansados.
El Duque. Las causas que yo me puedo acordar que hubo para dilatarse la embarcación fueron: la primera, mucho embarazo que nos dieron los soldados que habían de quedar en el fuerte, con esconderse y irse á los navíos y con las quejas de sus capitanes.
Palabra del Dia
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