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Actualizado: 8 de julio de 2025
Su primera impresión fue una pena tan grande y convicción tan honda de haber sido juguete de un capricho, que consideró inútil todo esfuerzo y baldía toda tentativa para recobrar el bien perdido: después, a las lágrimas de la decepción sucedieron las quejas de la vanidad mortificada; se agriaron los celos y pretendió olvidarle.
Y, leyéndola alto, como Sancho se lo había rogado, vio que decía desta manera: Tu falsa promesa y mi cierta desventura me llevan a parte donde antes volverán a tus oídos las nuevas de mi muerte que las razones de mis quejas.
Tiempo hacía que sus relaciones con Emma y con el tío eran para él constante ocasión de sobresaltos. De ambos esperaba y temía terribles descubrimientos, quejas, acusaciones concretas, crueles recriminaciones, singularmente de su mujer. ¿Qué sabía? ¿Qué no sabía? ¿Qué tregua del diablo, que no de Dios, era aquella que le estaba dando, y por qué se la daba y hasta dónde llegaría?
Había nacido para pastor de hombres; inspiraba confianza y fe. Los que tenían quejas que formular iban á él, aun sabiendo que su influencia no alcanzaba á la administración, y después de escuchar sus consejos se retiraban más tranquilos, como si hubieran conseguido algo.
Yo, señor don Quijote de la Mancha, soy una déstas, apretada, vencida y enamorada; pero, con todo esto, sufrida y honesta; tanto que, por serlo tanto, reventó mi alma por mi silencio y perdí la vida. Dos días ha que con la consideración del rigor con que me has tratado, ¡Oh más duro que mármol a mis quejas,
Irá a África, y como es joven y fuerte, aún puede ser que viva veinte años. Por primera vez lloró la mujer con toda su alma; pero su llanto no era de tristeza, era de desesperación, de rabia. Vamos, mujer decía el cura irritado . Eso es tentar a Dios. Le han salvado la vida, ¿lo entiendes? Ya no está condenado a muerte... ¿Y aún te quejas? Cortó su llanto la mocetona.
Pasé un rato muy agradable, en un estado de tranquilidad que me ha hecho mucho bien. ¿Te quejas de que me paseaba por la iglesia?... Es que cuando uno va a hacer vida nueva, le gusta enterarse... Quería yo mirar bien las imágenes. Créelo; si siguiera en Madrid, me haría amigo de todas ellas. Me gusta verlas tan hermosas, con sus ropas de lujo y sus miradas fijas en un punto.
No sé por qué... ¿Es cosa del otro mundo que ese señor venga a mi casa? No; pero... Por cierto que me ha dado qué pensar... ¿Qué sucede? No sucede nada. Yo creí que había ocurrido algo en casa del señor sacerdote, alguna cuestión desagradable contigo, y que venía a darme las quejas. No hay nada de eso. ¿No le viste tú salir de casa? ¿No te dijo que acá venía? ¡Qué cosas tiene!
De manera que volvió á encerrarse en este pequeño pueblo con el inanimado cuerpo de su esposo, no cesando de hablarle, ya con cariño, ya con quejas, ya con reconvenciones, que aumentaban mas su incurable locura. Todo seguia de este modo, hasta que la dieron noticias de la venida de su padre á España.
Conocemos vuestra sinceridad, piedad i religion para con Dios. No creemos á todo espíritu; i aunque prestemos oido á las quejas de todos, no por eso les damos crédito.» Lo que fué obra de la codicia i contra la misma piedad cristiana, anda pregonado por vuestras lenguas como servicio hecho á Dios!
Palabra del Dia
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