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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Seguí silencioso a su lado hasta que, cerca ya de Tarlein y habiendo anochecido, dejó Sarto que nos adelantásemos un tanto, quedándose él atrás para impedir todo súbito ataque de nuestros enemigos. Entonces Flavia me dijo con su voz dulcísima: Sonríete, Rodolfo, si no quieres verme llorar. ¿Estás enojado? ¡Oh, no! La culpa la tiene ese malvado Henzar.
Los puntos se sientan alrededor de la ruleta, y poco a poco van quedándose desprovistos de dinero. ¿Qué leyes determinan esta atracción de la ruleta sobre el dinero de las gentes? Acaso mi vecino llegue a descubrirlas; pero, mientras tanto, permanecen en el más sombrío de los misterios.
Don Federico dijo la tía María después de un rato de silencio , ¿es verdad que hay por esos mundos de Dios hombres que no tienen fe? Stein calló. ¡Qué no pudiera usted hacer con los ojos del entendimiento de los tales, lo que ha hecho con los de la cara de Momo! contestó con tristeza y quedándose pensativa la buena anciana. Capítulo VIII
Allí Clara, ó adelantándose ó quedándose atrás y dejando al Comendador con su sobrina, hubiera podido hablar á su placer con D. Carlos; pero no parecía sino que le tenía miedo, que temblaba de oir su voz sin testigo, y que deseaba demostrar á los ojos del Comendador que no quería pertenecer á D. Carlos, sino á D. Casimiro.
Segismundo no participaba de tal opinión, y estuvieron discutiendo sobre esto con selectas razones de una y otra parte, quedándose cada cual con sus ideas y su convicción, y resultando al fin que la fruta cruda bien madura es cosa muy buena, y que también lo son las compotas, si el repostero sabe lo que trae entre manos.
Cuando quedaron solos marido y mujer, después de conseguir, no sin trabajo, que Visita renunciara a sacrificarse quedándose a velar a su amiga, Ana volvió a solicitar los brazos del esposo y le dijo con voz en que temblaba el llanto: No te acuestes todavía, estoy muy asustadiza, te necesito, estáte aquí, por Dios, Quintanar....
No, hija, no; ya sé que no te llevas nada... y si quieres llevártelo puedes hacerlo: todo está á tu disposición. Muchas gracias. Adiós respondió volviéndose. Cuando ya había dado tres ó cuatro pasos, Velázquez la llamó. Atiende un instante. ¿Qué se le ofrecía á usted? preguntó ella quedándose á la puerta. Acércate, hija, que no vamos á hablar á gritos.
«Si yo no oliese a colonia, ¡a qué olería!» pensó. Pero olvidó enseguida su vergüenza al oír a Serafina que, quedándose muy seria, con la voz algo ronca con que le hablaba siempre en la intimidad de su pasión, le dijo, otra vez, al oído casi: Acércate más, aquí nadie ve nada... ya todos están borrachos.
Acercáronse despues á nosotros 50 vestidos de cristianos, y á treinta pasos nos hablaron. Guardan los indios esta costumbre, que quedandose algo lejos del contrario, si habla con él no se presume que piensa cosa buena. Viendo estas malas señales, tomamos las armas lo mejor que pudimos, y les preguntamos ¿donde estaban nuestros compañeros?
Volvieron a la casa a las diez y media, porque Barbarita quería enterarse de cómo había pasado su hijo la noche, y entonces fue cuando Jacinta reveló lo del Pituso a su mamá política, quedándose esta tan sorprendida como poco entusiasmada, según antes se ha dicho.
Palabra del Dia
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