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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Sin él hubiéramos vivido juntos, hubiéramos sido humanamente amantes y esposos, y ni yo hubiera caído, ni Proclo hubiera llegado a ser, con lamentable precocidad, y quedándose pobre, un vejestorio tan incapaz, y tan feo. ATENAIS. Tu propósito era difícil. No extraño que no hayas podido cumplirle. El temple de alma de la emperatriz Pulqueria es rarísimo.
Quitó la almohada, quedándose con las rótulas apoyadas en el santo suelo; alzó los ojos, buscando a Dios más allá de las estampas y de las vigas del techo; y abriendo los brazos en cruz, comenzó a orar fervorosamente en tal postura. El ambiente se volvió glacial; una tenue claridad, más lívida y opaca que la de la luna, asomó por detrás de la montaña.
Todos los presentes se apresuraron a felicitar al favorecido, quedándose él tan parado y suspenso, que creyó que le tomaban el pelo. «No, si yo no...». Pero Barbarita le echó unas miradas que le cortaron el hilo de su discurso. Cuando la señora miraba de aquel modo no había más remedio que callarse.
Y si él no me busca, le buscaré yo... Yo tengo mi idea, y no hay quien me la quite». Incorporose después, quedándose apoyada en un codo y mirando a los ladrillos. Sus ojos se fijaron en un punto del suelo. Con rápido impulso saltó hacia aquel punto y recogió un objeto. Era un botón... Mirolo tristemente, y después lo arrojó con fuerza lejos de sí, diciendo: «es negro y de tres aujeritos.
Cuando Ana procuró sacudir, moviendo la cabeza, aquellas imágenes importunas y pecaminosas, el templo iba quedándose vacío. Tuvo ella frío y casi casi miedo a la sombra de un confesonario en que se apoyaba. Se levantó y salió de la catedral, que empezaba a dormirse. El órgano se había callado como un borracho que duerme después de alborotar el mundo. Las luces se apagaban....
Se había quitado los manteos, quedándose en sotana, libre y desembarazado como si estuviera en su casa. Godofredo se levantó apresuradamente al ver a Mario y sus cándidas mejillas se tiñeron de vivo carmín. ¿Tú por aquí? ¡Cuánto me alegro! Y le abrazó cariñosamente y le obligó a sentarse, poniéndole una copa delante. D. Jeremías no se levantó.
Del salto se plantó Maxi en la cama, quedándose un instante con los brazos y las piernas en alto. Después dejaba caer pesadamente las extremidades para volver a levantarlas. «¡Bonita noche nos va a hacer pasar!» exclamó doña Lupe cruzando las manos. Fortunata, desalentada y meditabunda, se dejó caer en el sofá.
D. Francisco hubiera dado sus ojos a su hijo, quedándose él ciego el resto de sus días, si esta especie de generosidades fuesen practicables en el mundo que conocemos; pero como no lo son, no podía D. Francisco dar realidad al noble sentimiento de su corazón, sino proporcionando al desgraciado joven todo cuanto pudiera hacerle agradable la oscuridad en que vivía.
El cafetero miró con singular expresión de cariño el envoltorio, mientras el viejo lo desenvolvió con mucha cachaza, y sacando unas onzas que dentro había, comenzó á contar. Al ruido de las monedas, Robespierre abrió los ojos; y viendo que no era cosa que le interesaba, los volvió á cerrar, quedándose otra vez dormido. El viejo contó diez medias onzas, y se las dió al del café.
Iba delante de todos el santo Misionero disponiéndose á morir con los actos más encendidos de caridad; y para que el ímpetu de las flechas no le quitase de las manos el Santo Cristo, se le ató á ellas, y quedándose atrás los compañeros sólo le seguía el intérprete, el cual, á pocos pasos, con semblante compasivo, clavó los ojos en el Padre avisándole del riesgo en que se metía y del cual quizás no le podría librar.
Palabra del Dia
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