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Frígilis comprendió lo que deseaban. Comenzó la lid soltera y al primer choque de los aceros estalló un trueno y empezaron a caer gotas como puños.

Y dejémoslo aquí si le parece. Y allí se dejó, con mucho placer del fiscal, que no tenía interés alguno en probar sobre su persona la fuerza de los puños de Leto embravecido. Fuese cada cual por su lado; y de esta aventura volvía, con la espina de su recuerdo atravesada en la garganta, el hijo de don Adrián Pérez, cuando se le ha visto aparecer en la plazuela por el lado de la botica.

Evidentemente Lea le hacía traición, pero ¿qué habría dicho? ¡Las mujeres son tan hábiles para presentar las cosas bajo el aspecto que más les conviene! Sin confesar toda le verdad, ¿no había podido echar sobre él la responsabilidad? Á este pensamiento cerró los puños y su semblante se contrajo.

Inmediatamente después, separó las manos sin que opusiera resistencia la cinta que las ataba, y cerrando ambos puños se frotó con ellos los ojos, como es costumbre en los niños al despertarse. Luego se incorporó con rápido movimiento, sin esfuerzo alguno, y mirando al techo, se echó á reir; pero su risa, sensible á la vista, no podía oirse.

Ferragut la interrumpió. Tenía el ceño fruncido, como si le dominase una idea tenaz... Tal vez no la escuchaba. ¿Dónde está la doctora?... El tono de su pregunta fué inquietante. Cerró los puños, mirando en torno de él como si aguardase la aparición de la imponente dama. Su gesto era igual al que había acompañado la agresión contra Freya.

Verla y sentir un miedo muy grande, pero muy grande, fue todo uno. «¡Si mi tía lo sabe...!». Pero del miedo salió al instante la reacción de valor, y apretó los puños debajo de la capa, los apretó tanto que le dolieron los dedos. «Si mi tía se opone, que se oponga y que se vaya a los demonios». Nunca, ni aun con el pensamiento, había hablado Maximiliano de doña Lupe con tan poco respeto.

Don Paco se había reportado, disimulando su pena y su enojo; pero no bien volvió a su casa, la pena le arrancó lágrimas y el enojo le hizo crispar los puños como estuviese delante algún enemigo a quien dar de puñaladas. No podía, sin embargo, reñir con la población entera. Su hija era la más culpada, y él la había sufrido.

Comprendo que se metan un poco con los periodistas, los artistas y otros seres de condición inferior cuando se permiten tirar de la espada: conviene recordar a esas gentes que tienen puños para batirse, y que basta con creces esta arma para vengar la clase de honor que poseen. Pero porque un caballero se conduzca y proceda como tal, la justicia no tiene nada que decir, y nada dice.

¡Tregua, Tristán! exclamó Roger apresuradamente. Me voy, antes que ser ocasión de una lucha. Cállate, muchacho, le contestó su amigo, arremangándose y mostrando los hercúleos brazos. Mal año para si esta gentuza no ha dado con la horma de su zapato. Hazte á un lado y verás cómo les arde el pelo.... ¡Acercaos, mandrias! ¡Venid á trabar conocimiento con los puños de Tristán de Horla, bellacos!

¡Pues entonces, en nombre del Cielo grité extendiendo hacia él los puños, corramos a Zenda, aplastemos a Miguel y traigamos al Rey a su capital y a su trono! Sarto se puso en pie y me miró fijamente. ¿Y la Princesa? preguntó. Incliné la cabeza y tomando la rosa la oprimí hasta destrozarla entre mis manos y mis labios.