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Actualizado: 17 de mayo de 2025
De todos modos, aunque tu gloria hubiese sido soñada, tú has sabido mostrarte capaz de esa gloria, y aunque hayan sido soñados tus delitos, también eres responsable de ellos, aunque no en tanto grado. En sueños tiene la voluntad menos brío para resistir a la tentación que la provoca.
Por eso el dramaturgo es incapaz de amar verdaderamente. Hay una paradoja del dramaturgo; es la misma que Diderot llamó paradoja del comediante. La emoción no se comunica, sino que se provoca. Para provocar una emoción hay que mantenerse frío. Hacen llorar los actores que saben fingir el llanto. Los que lloran de veras, hacen reír. Lo mismo con el dramaturgo.
Entre esas industrias hay una que tiene verdadera utilidad, pero que provoca la risa por su original extravagancia: la del hombre-aviso. Como Inglaterra es el país de los anuncios y los rótulos en supremo grado, no se considera bastante hacerlos circular en los diarios y en los cartulones de las esquinas, y así como hay individuos-escobas y de peor condicion aun, hay hombres-avisos.
Pero si en una época dada de esta fiebre, se postran los centros nerviosos y sanguíneos por la influencia de una conmocion cualquiera, que provoca la alteracion, y la comprueban los fenómenos de inercia cerebral, de estupor, de tifoidismo y aun de ataxia, la indicacion del árnica es natural y precisa.
La dramaturgia creó el tipo del hombre que provoca amor en todas las mujeres, porque él finge amar, pero a ninguna ama: don Juan. El dramaturgo va por la vida inventando dramas, descubriendo dramas. Al contrario. El que vive un drama no ve el drama; ve su drama individual. Y si por caso al dramaturgo le acontece ser víctima en un drama vivo, él permanece ecuánime, sereno.
Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de mí con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve... nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol... una mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantástica hermosura, que parece que oscila al compás de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... ¡Oh!... sí... un beso... sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume.
No ignoráis lo que ocurre en las silentes noches: el cuerpo que se escurre entre las suavidades de los ropajes blancos, las manos que se pierden por los turgentes flancos, el beso que provoca, los labios que se buscan y los lenguajes francos que van de boca a boca. Y sabéis, por fin, rosas, que el talismán eterno de las damas hermosas de anémicos suicidas ha llenado el infierno...
Es más la necia y constante amenaza me ha hecho perder la paciencia, y yo misma, para acabar de una vez, he emplazado, citado y llamado a singular combate al enemigo, que me tiene ya frita y harta de oír sus bravatas y provocaciones. No te entiendo, explícate bien. ¿De qué bravatas hablas? ¿Quién es el enemigo que te provoca?
Con este motivo, hace una pintura acabada y elocuente del paraíso terrenal, y describe a nuestros primeros padres en el estado de inocencia, entreteniéndose sobre todo a dibujar con amor y cuidado la figura esbelta, graciosa, cándida e incitante a la vez de la madre Eva, de tal modo, que provoca en la juventud que le escucha entusiásticos y fervorosos aplausos.
Ese curioso uniforme, que provoca á reir, contrasta con el aire militar y seriote del rechoncho personaje, quien desde lo alto de su trono ambulante se anuncia al llegar á las localidades ó salir de ellas, y en las estaciones de relevo, con los toques agudos de su clarin y los prolongados traqueteos de su foete que producen extraños ecos en las montañas y los bosques de la via.
Palabra del Dia
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