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Isabel acudió a su padre, quien mandó a doña Tula una cartita diciéndole que no era aquello lo convenido, que se había prometido sacar al mundo a su sobrina para averiguar su vocación y que se la tenía prisionera, peor que en el colegio; que aquello daría mucho que hablar en Sevilla, y que le rogaba, para evitar murmuraciones, que le concediese alguna libertad.

Quiso hablar, pero había prometido callarse. Su justificación le subía á los labios y su corazón estaba lleno de pena viendo después de dos años, adelgazada y abatida por el dolor, á la que había conocido risueña, y dichosa. Le parecía más hermosa en el dolor que en la alegría. Su cara había tomado un carácter de nobleza y de altivez en vez de su antigua expresión de discuido y de candor.

Estamos solos continuó le Tas , nadie puede oírnos; no tenemos tiempo que perder. ¿Estás contento de que haya curado tu señora? Ciertamente, señorita. No obstante, su ama me había prometido otra cosa. ¿Qué es lo que te había prometido? Que la señora moriría bien pronto y que yo tendría 1.200 francos de renta. Y hubieras preferido eso, ¿verdad? ¡Claro!

¡Se ha ido! ¡Huyó esta noche! exclamó . ¡Ya está a varias horas de Orsdael! ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Y se lleva mi vida! ¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido! Ebrio de cólera, azorado por el terror, se precipitó sobre la joven, la tomó de los hombros, la sacudió violentamente y le preguntó: ¿Dónde está Marta?... ¿Qué es lo que te ha prometido?... ¿Qué es lo que quiere hacer? ¡Habla o te mato!

Esa ilusión es demasiado bonita para que pueda engañar. JOAQUÍN. ¿Por qué lo dices?... ¿Porque te lo he prometido muchas veces, y nunca lo he cumplido? Ahora... ISIDORA. Ni ahora ni nunca. JOAQUÍN. El mundo es olvidadizo, tontuela. ISIDORA. Pero no tan olvidadizo que... JOAQUÍN. Y en seguida que nos casemos, haremos un viaje por Italia y Suiza.

Era necesario echarle agua a la cara para hacerle volver en si, pero el agua estaba lejos. ¿Iría corriendo hacia casa hasta encontrar a alguna persona que le socorriese? Apenas brotó esta idea en su mente aturdida la desechó con horror. No, no podía dejar a su prometido solo y privado de sentido en medio del campo.

Quién sabe si no habrá comido hoy su familia; si alguna desgracia... iba a llamarle, pero me previno Pepe, diciendo: ¡Mal hecho! Tengo que ir esta noche sin falta a casa de la señora de W * y estoy sin traje: he dado palabra de no faltar a una persona respetable. Tengo que buscar además un dominó para una prima mía, a quien he prometido acompañar...

Cierto es que confiaba en el doctor, porque me había prometido librarme de este apuro; pero casualmente acababa de salir hacía muy poco rato y Magdalena había dado orden de que cuando yo llegara me hiciesen entrar en su habitación. »Yo escuchaba perplejo estas explicaciones que me daba la doncella, cuando sonó la campanilla de Magdalena, que preguntaba si había yo regresado.

La que lleva por título el que nos sirve de epígrafe entiendo yo que ha ido más allá todavía: Mariquita León da más, para mi gusto, que lo que Las tres cosas del tío Juan nos habían prometido. La vida en una pequeña población rural andaluza está muy bien observada y hábilmente pintada.

Ya no habrá quien vos riegue la vega, ni quien enseñoree el arado, ni quien sepa sembrar y recoger, ni quien os adobe olores finos. El torno, ¿quién sabrá manejallo? ¡Oh!, los de Islam, estáis con las manos agrillonadas; pero la sufrencia es buena ventura. ¡Sabed que el paraíso es prometido a los sufrientes y serán honrados en gradas altas y aventajadas!