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Actualizado: 26 de noviembre de 2025


Cloro, á quien antes se le ha profetizado que así él como su amigo Licinio habían de ser emperadores, acepta el proyecto, y es acogido por la princesa Irene con la mejor voluntad como su esposo prometido.

Medite bien el Congreso: es necesario un buen Gobierno en Filipinas, no por el bien de los filipinos, sino porque lo demandan el buen honor y prestigio del pueblo americano. Ahora ¿Cuál será este buen gobierno? No me atrevo á fijarlo, porque no represento el Gobierno revolucionario y he prometido no comunicarme con los jefes y prohombres filipinos.

EL CONDE. ¡Representas bastante bien la comedia, hija mía! Sin embargo... Astolfo, refiere lo que has visto. ASTOLFO. Estábamos aquí, en este mismo escalón... EL CONDE. ¡Más aprisa, muchacho! lacónico. ASTOLFO. Y vimos de repente a alguien, que llevaba una vieja capa y parecía un criado, abrazar a la condesa. «¡Qué desgracia! me dijo el conde . Mi hija le es infiel a su prometido.

El indio le contó que un año habia Que andaba á Liropeya tan rendido, Que libertad ni seso no tenia, Y que le ha la doncella prometido, Que si cinco caciques le vencia, Que al punto será luego su marido. El tener de español una centella No quiere, por quedar con la doncella.

El profesor había contestado que no podía encargarse de este servicio sin una orden expresa del gobierno, y el jefe se la había prometido para más adelante, dejando el asunto en tal estado. La promesa de una orden del gobierno es falsa, gentleman añadió Flimnap . Ningún señor del Consejo Ejecutivo osará firmarla.

Las dos mujeres estaban pálidas y con los ojos llenos de lágrimas. María se adelantó hacia su antiguo prometido y dijo con voz segura: Ha pedido usted verme, señor de Tragomer, antes de partir. que va usted á intentar la salvación de mi hermano y no puedo oponerme á ese deseo. Aquí estoy. Tragomer permaneció delante de ella turbado, temblando y desgraciado.

Hay que buscar el apoyo de las mujeres, y para esto me ha prometido don Isidro presentarme a esas señoronas ricas que hablan con él y se sientan en la parte de proa. Parecen muy entusiasmadas con el obispo italiano: «Monseñor, aquí; Monseñor, allí», pero yo soy español, y ¡quién sabe!... Me gustaría encontrar una señora rica que me protegiese.

Era mi prometido; se avergonzó de ; ya no le conozco. Tragomer ama á usted todavía. Me alegro, dijo María con firmeza. Eso le hará sufrir... Se pasó la mano por la frente, se volvió hacia su madre, que escuchaba en silencio, y dijo arrodillándose en un taburete cerca de ella: Perdón, mamá.

En El ermitaño galán se nos transporta á los tiempos primitivos del cristianismo. Abraham, mancebo egipcio de ilustre nacimiento, es el prometido de la bella Lucrecia, y piensa casarse con ella, cuando oye de repente una voz interior, que le dice que su apasionado amor á su futura esposa pervertirá su alma, alejándola de la senda de la salvación.

Y juro -añadió don Quijote-, por la orden de caballería que recebí, aunque indigno y pecador, y por la profesión de caballero andante, que si en esto, señor, me complacéis, de serviros con las veras a que me obliga el ser quien soy: ora remediando vuestra desgracia, si tiene remedio, ora ayudándoos a llorarla, como os lo he prometido.

Palabra del Dia

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