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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
»Fiamma, admirada, llevó la felicidad a su familia, y después, gracias a la generosidad de Carlos, se había casado con Bautista, su prometido, cuya fortuna había hecho y que era entonces uno de los hortelanos de Sorrento más diestros y trabajadores.
Ha sido usted muy amable cumpliendo tan puntualmente su promesa... Grande es mi contento... Y le tendió la mano, que el inspector general besó con caballeresca galantería. No había de olvidar lo prometido repuso Delaberge reteniendo un momento los dedos de la joven entre los suyos. ¿De qué se trata, señora mía?
Y vea usted cómo he vencido a mi costa, señor cura, y cómo, por hacer un servicio, me encuentro regañada con el hombre a quien más quiero en el mundo, después que a mi padre. ¡Con tal de que Máximo no vaya a contárselo!... Si mi padre me pregunta, ¿qué le voy a responder? He prometido a Luciana un secreto inviolable...
¡Oh, perfectamente, perfectamente! Y buscaba el de la Barcaza una silla junto a una jamona aristócrata que estaba sola. Paco tenía otra vez en Vetusta a su prima Edelmira y «le hacía el amor por todo lo alto», aunque a su madre no le gustaba, porque era feo engañar a una prima. Joaquín Orgaz había prometido cantar por lo flamenco a los postres.
Pero si vuestro prometido os ama, hay que confesar que su amor tiene pasos muy cortos. Qué, condesa, ¿lloráis? Tengo un presentimiento. Le ha ocurrido una desgracia. EL CONDE. ¡Crees! Es chistoso; hasta ahora, yo estaba seguro de que era a nosotros a quien nos había ocurrido una desgracia. ELSA. Esta mañana, cuando vi la luz del sol, ya experimenté un presentimiento doloroso.
Le habían prometido varias veces una capellanía de monjas, pero él era de los fieles a la catedral, de los enamorados de la gran solitaria. Le enorgullecía la confianza que el señor arzobispo tenía puesta en él, la amistosa franqueza con que le hablaban canónigos y beneficiados y sus conciliábulos administrativos con el Obrero y el Tesorero.
Brillaban las acequias, reflejando el dulce sol de la tarde, y por el espacio pasaba la tibia respiración de la primavera impregnada de perfumes y rumores. Bolsón iba contento. Cien veces le habían prometido el indulto, pero ahora era de veras. Su admirador y escudero le oía silencioso. Vieron en el camino una pareja de la Guardia civil, y Bolsón la saludó amigablemente.
Mi deber, el deber que había prometido cumplir al moribundo cuya vida había sido un romance secreto, era asumir el carácter de protector de Mabel, y no convertirme en su amante y así sacar provecho de su fortuna.
Y para hacer más terrible aquel golpe, los ojos poderosos de doña Catalina, medio velados por sus sedosas pestañas negras, arrojaban sobre él fuego; le miraban de una manera tal que... Santos hubiera dado su alma al diablo porque aquellos ojos le hubiesen mirado de una manera más clara, porque le hubiesen prometido, aunque remotísimamente, algo.
Yo -replicó Sancho- ya he dicho a mi amo que me contento con el gobierno de alguna ínsula; y él es tan noble y tan liberal, que me le ha prometido muchas y diversas veces. Yo -dijo el del Bosque-, con un canonicato quedaré satisfecho de mis servicios, y ya me le tiene mandado mi amo, y ¡qué tal!
Palabra del Dia
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