Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de junio de 2025
PROCLO. Muéveme amor. MARINO. ¿Amor de patria? ¿Amor de gloria? PROCLO. Amor de una mujer. MARINO. ¡De una mujer! Me dejas turulato. ¿Quién había de suponer que pensabas en tales cosas? PROCLO. No hay motivo para que te quedes turulato. ¿Qué tiene de absurdo que yo ame a una mujer? La amo desde que la vi: desde hace quince años. Ella tenía entonces diez y siete. Hoy tiene treinta y dos.
A fin de probaros que la razón no me falta, os contaré una parábola, si tenéis calma para oírla. CREMATURGO. Cuenta. EUMORFO. Te escucho. PROCLO. Nada. Te escucho también. ASCLEPIGENIA. En el jardín de este palacio hay un rosal, que estaba casi seco y perdido por hallarse en terreno estéril. ¿Qué necesita? me dije yo al contemplarle. Mantillo, me respondí.
ASCLEPIGENIA. Es Atenais, hija de Leoncio. PROCLO. ¡La hija de mi docto e ilustre amigo!... ¡El cielo te bendiga, Atenais! ASCLEPIGENIA. ¿Me perdonas, Proclo? PROCLO. No hablemos más de lo pasado: olvidémoslo. ASCLEPIGENIA. ¿Vivirás conmigo? PROCLO. No quiero ni puedo vivir ya sin ti. Tú serás el lucero que ilumine con su luz apacible la melancólica tarde de mi existencia.
Pronto irán llegando por su orden los que vienen hoy a verte. Tus siervos los detendrán en la antesala. Yo los conduciré luego hasta ti. PROCLO. Aunque Marciano profesa la religión de Cristo, es muy amigo mío y se parece a mí en muchas cosas. Ama a la virgen emperatriz Pulqueria, como yo amo a la hija de Plutarco.
EUMORFO. Refrena tu furor, generoso magnate. Yo ignoraba que Asclepigenia te perteneciera. CREMATURGO. Sea como sea, lo cierto es que Asclepigenia nos ha burlado a los tres galanes. El acaso, ¿qué digo el acaso? la diosa Minerva nos ha reunido aquí para desengañarnos. Vamos a ver a Asclepigenia y a decirle lo que merece. Ella me aguarda solo. Venid en mi compañía. EUMORFO. Vamos. PROCLO. Vamos.
ASCLEPIGENIA. Como supongo que no te habrás venido sin los utensilios de tu profesión, mis criados se presentarán aquí con un carromato para la mudanza de todos los libros y trastos de hacer milagros, hablar con los muertos y atraer a los genios y demonios. PROCLO. Eres mi providencia terrenal. ¿Cómo pagar tanto cuidado? ASCLEPIGENIA. Amándome. PROCLO. Con el alma toda.
Como el medio día vence al albor de la mañana, tu beldad de hoy vence a la beldad con que hace quince años resplandeciste en Atenas. No dudo que tu alma se habrá mejorado y hermoseado también. ASCLEPIGENIA. No lo dudes. También mi alma se ha mejorado y hermoseado. PROCLO. Sea mil veces enhorabuena. ¿Y de quién es tu alma? ASCLEPIGENIA. En su unidad es del Uno.
Quiero dar por supuesto que conoces las potencias de su alma, las cuales, en su efusión, han creado para ella un cuerpo tan hermoso; pero la esencia eterna de esa alma misma, que es lo que yo amo y por lo que soy amado, está en un punto inaccesible para ti. EUMORFO. ¿Consientes que me valga de un símil? PROCLO. Valte de cuantos símiles se te ocurran.
Parece una diosa por el ritmo y la nobleza de su andar entonado y por el olor de ambrosia con que satura en torno el ambiente. ¿Le digo que aguarde? EUMORFO. ¡Venerando maestro! La galantería exige que recibas luego a esa dama. Yo aguardaré en otro cuarto. PROCLO. Bien está. PROCLO. ¡Deslumbrante aparición! ¿Quién eres? ¿Eres mortal o diosa? PROCLO. ¡Asclepigenia de mi corazón! ¡Cuán bella estás!
PROCLO. Explánala y te la resolveré. MARINO. ¿Por qué, si hallas al Uno, hundiéndote en el abismo del alma, te allanas a buscarle en la naturaleza? ¿Por qué no estás siempre reconcentrado y como viviendo en la eternidad? PROCLO. Para imitar al propio Uno. Porque el Uno y yo, además de ser el Uno, somos el Bien.
Palabra del Dia
Otros Mirando