United States or Gabon ? Vote for the TOP Country of the Week !


No me adules. Di qué pretendes de . CREMATURGO. , que lo sabes todo, ¿no podrías decirme de qué medio me valdré para que mi amada sea mía, solamente mía? PROCLO. No llega tan lejos mi saber. Si llegara, le hubiese yo empleado en favor mío, que buena falta me ha hecho. CREMATURGO. Veo que tu saber no vale un comino. Harto me lo sospechaba yo.

PROCLO. Aunque es vulgar, mezquino y un tanto cuanto pecaminoso el fundamento de tu deseo, tu deseo es bueno en , y me decido a satisfacerle; pero la empresa es ardua.

Más que Atila y todos los bárbaros, me hacen prever estos síntomas la total ruina de la civilización. Pero volviendo a la suciedad y descuido en la persona, te aseguro que me ha dado grima ver a Proclo. Ofende toda nariz medianamente delicada. ATENAIS. Cruel inconveniente es ese si has de vivir con Proclo.

En cualquiera otra ciudad podría yo excusarme: en Byzancio no, que es mi patria. ¿Cómo privar a mis paisanos del auxilio y consuelo de la sabiduría? MARINO. Difícil es; pero debieras reposar y cuidarte. Estás que parece el espíritu de la golosina, de puro desmedrado. Te vas a matar con tantos afanes. PROCLO. Lléveme el cuerpo donde quiero ir, y luego que muera.

Para hacer mas verosímil la historia, puse yo mismo por arte mágica en las espaldas de ambos las salamandras. Todo ha sido lo que allá en los tiempos venideros, dentro de cerca de tres mil años, llamarán los sabios y pulidos un mito, y los ignorantes y rudos, un camelo o una filfa. La escena es en Constantinopla. Siglo V de la Era Cristiana. Habitación de Proclo. Es de noche.

PROCLO. Te equivocas. Lo que hace la filosofía es reforzar las prendas que cada uno tiene. Al tonto no le vuelve discreto, ni al discreto tonto; pero al discreto le hace discretísimo, y al tonto tontísimo. EUMORFO. Salvo el merecido respeto, te declararé entonces que propio te condenas. PROCLO. ¿De qué suerte?

Ya les iré pidiendo, en la sazón conveniente, todo aquello que se me ocurra. PROCLO. ¡Apareced, dioses! PROCLO. ¿Qué más tienes que pedir? ASCLEPIGENIA. Nada. Yo me contentaba con tu amor. PROCLO. Recapacita, sin embargo, si algo te falta. ASCLEPIGENIA. Si no me motejases de sobrado pedigüeña y exigente, aún te pediría una cosa. PROCLO. ¿Cuál? ASCLEPIGENIA. Que te laves. PROCLO. Me lavaré.

ATENAIS. Pero, declárate con franqueza; a pesar de está Proclo tan viejo, tan estropeado y tan sucio, ¿le amas todavía? ASCLEPIGENIA. Le amo y le adoro. Se me figura que él es la última encarnación del maravilloso genio de Grecia. Amándole, se magnífica y ensalza todo mi ser, hasta considerarme yo misma como la ciencia, la poesía, la civilización griega personificada.

PROCLO. Expon, no obstante, tu caso, y allá veremos si puedo remediarte o darte al menos algún consejo útil. CREMATURGO. Yo estoy prendado de la más hermosa mujer que hay en Byzancio. Por ella hago descomunales desembolsos. No hay primor, ni refinamiento, ni objeto de arte, que ella no logre por .

En fin, nada le falta. ¿Cómo me compondré para que ella no me falte a ? PROCLO. Lo discurriremos. Para mayor ilustración del asunto, infórmame de quién es esa dama que tan caro te cuesta. CREMATURGO. Es Asclepigenia, la hija del filósofo Plutarco. PROCLO. ¡Profundos cielos! ¿Quién lo hubiera podido imaginar en la vida? eres mi rival. CREMATURGO. ¿Tu rival?