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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Súpose que en la mañana siguiente a la noche del crimen fue preso Damián, el ayuda de cámara de la víctima, y llamado a declarar aquella misma tarde un don Francisco Javier Pérez Cueto, fabricante de almidón en uno de los arrabales de la corte... Desde entonces, ningún signo exterior dio a conocer que las investigaciones judiciales adelantasen un solo paso, y comenzóse a murmurar, con cierta estupefacción temerosa, que andaba en todo aquello la mano de los masones; que los asesinos de Sabadell quedarían desconocidos e impunes como los de su amigo el general Prim, y que el crimen de Recoletos sería siempre un arcano misterioso, como lo fue el de la calle del Turco.
Muchas veces decía: «¡Qué lenguaje el de los números! Desde 1672, cuando aún vivía Carlos II, hasta 1868, el año en que hubo más ajusticiados por delitos políticos fue el 66.» En 1872 don José era ya revolucionario empedernido, y su ídolo don Juan Prim. «¡Si él viviera repetía con frecuencia no tendríamos guerra civil!» Cuando estuvo arrellanado en el sillón, pidió La Correspondencia.
La culpa de todo la tenía el deán, que era un trasto y quería la lectoral a todo trance para su sobrinito. ¡Valientes perros estaban tío y sobrino! Este había hecho discursos racionalistas, y cuando la Gloriosa dio vivas a Topete y a Prim en una reunión de demócratas.
No había uno que no quisiera ser Prim, incluso el renacuajo de las patas corvas. Pues qué, ¿el Majito no habían mandado ya bastante? Hasta el pavo, con aquella carcajada que parecía un vómito de sonidos, exclamaba: «¡Abaa... jojojo el Majito!».
Por cierto que allí me encargué unas, que me costaron seis napoleones... ¡pero qué hechura, qué género! Me duraron hasta el año de la muerte de Prim... Ese Octavio, ¿de qué es autor? De Sibila y otras obras lindísimas. No le conozco... Creo confundirle con Eugenio Sué, que escribió, si no recuerdo mal, los Pecados capitales y Nuestra Señora de París. Los Misterios de París, quiere usted decir.
De común acuerdo, las operarias detestaban a Olózaga, llamándole «el viejo del borrego» porque andaba el muy indino buscando un rey que no nos hacía maldita la falta... sólo por cogerse él para sí embajadas y otras prebendas; hablar de González Bravo era promover un motín; con Prim estaban a mal, porque se inclinaba a la forma monárquica; a Serrano había que darle de codo; era un ambicioso hipócrita, muy capaz, si pudiese, de hacerse rey o emperador, cuando menos.
Ya las estamos viendo. ¿Le parece a usted poco el desarrollo que dejan tomar a la guerra? ¡Si hubieran hecho ahora lo que Prim el 69!... Por supuesto que, tarde o temprano, tendrán que hacerlo: con los convenios no se adelanta nada.
Prim murió, sin embargo, el día 30, llevándose a la tumba la clave del misterio, y tres meses después publicaba la Gaceta un real decreto nombrando al marqués de Sabadell ministro plenipotenciario de la corte de España en Constantinopla. «Me he convencido escribía al presidente del Consejo el nuevo embajador que mis disposiciones naturales son para la vida de Oriente, y pongo todas mis ilusiones en El Cairo, Bagdad, Ispaham o Constantinopla.»
Cada país tiene el Gobierno que merece, y aquí no puede gobernar más que un hombre que esté siempre con una estaca en la mano». Por gradaciones lentas, Juanito llegó a defender con calor la idea alfonsina. «Por Dios, hijo decía D. Baldomero con inocencia , si eso no puede ser» y sacaba a relucir los jamases de Prim.
Formó parte de las Cortes Constituyentes del 69, y de repente, cuando el asesinato de Prim, desapareció otra vez de Madrid, apareciendo a poco en Constantinopla de ministro plenipotenciario.
Palabra del Dia
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