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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Pero aún hoy persiste algo de tan bella ilusión; aún se ven zamacucos de cinco años, con un palo al hombro y una gorra de papel en la cabeza, que quieren ser Prim o ser O'Donnell. ¡Lástima grande que esto se acabe, y que los chicos que juegan al valor no puedan invocar otros nombres que los gárrulos motes de los toreros!
Fue entonces elegido a este propósito el duque de Aosta, y encargáronse de ofrecerle la corona, como delegados de la secta, el general Prim y don Manuel Ruiz Zorrilla, nombrado más tarde Gran Oriente honorario del Supremo Consejo de España.
Volvióse a la cama buscando el calor de las mantas, y acurrucóse entre ellas, escondiendo el rostro en las almohadas para pensar, para reflexionar, para meditar, para no mirar al hueco del balcón, donde le parecía ver al general Prim y a la cadina Saharí, y al eunuco estrangulado, dándose las manos, haciéndole cortesías, como hacen los actores cuando salen a la escena a recibir la ovación al final de un drama. ¡Y él, que se había despertado tan alegre, imaginando el medio de ocultar a sus acreedores los cinco mil duros ganados!
No hay que darle vueltas; somos una raza inhábil hasta no poder más». Don Baldomero decía con acento de tristeza una cosa muy sensata: «¡Si D. Juan Prim viviera...!». Juan y Samaniego se apartaron del corrillo y charlaban con Jacinta y doña Bárbara, tratando de quitarles el miedo. No habría tiros, ni jarana... no sería preciso hacer provisiones... ¡Ah! Barbarita soñaba ya con hacer provisiones.
Palabra del Dia
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