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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Estallaron con estas causas graves disidencias en el seno mismo de las logias, que vinieron a dar por resultado el asesinato del general Prim, mientras la comisión encargada de ofrecer oficialmente la corona de España al duque de Aosta volvía de Florencia.

Sabadell era un loco, un mentecato que había prestado por carambola algunos servicios al partido, pero que no era de la madera de que la Restauración había de hacer sus ministros; hubiera podido serlo con un Prim o con un Serrano, pero nunca con un Cánovas del Castillo y con un Butrón...

Bringas le dio un abrazo. «¿Y el titulado Prim dónde estápreguntó. que le habían dado un tiro... Y si no, se lo darán más tarde... Yo sostengo que si la Reina tuviera ánimo para venirse acá y presentarse, y echar una arenga, diciendo: todos sois mis hijos, se arreglaría esto fácilmente.

Ya se ve; en cuanto ha tenido buques... Si parece cuento... Y el Gobierno, ¿qué hará?... Mandar un ejército inmediatamente... Pero quia, si es un torrente... Cádiz sublevada, Sevilla sublevada, toda Andalucía ardiendo... Pobre Señora... Bien se lo decían, y ella sin hacer caso... ¿Y los generales que estaban en Canarias?... Pues en Cádiz. ¿Y Prim?

¡Qué militar tan valiente que no puede con una cesta de ropa! exclamaba la niña en el colmo de la alegría. ¡Quisiera yo ver aquí a Prim y a Espartero y hasta al mismo Napoleón! Esta no es una cesta cualquiera... Hay aquí lencería para un regimiento... ¡Quita allá! Si no fuese que me haces reír, yo sola era capaz de llevarla. Después de mucha risa y no poca brega, llegó la cesta a su destino.

Después las lecturas belicosas de una poesía irresistible: Bonaparte, con su banderita, pasando el puente de Arcole entre las nubes de metralla, grande como un dios; luego, nuestros generales de ir por casa: Espartero en Luchana, O'Donnell en África, y sobre todos, Prim, el caudillo casi legendario, guiando con su sable los batallones en Castillejos: «Yo quiero ser lo mismo dicen los muchachos ; adonde llega un hombre, bien puede alcanzar otroEl entusiasmo se toma por predestinación, y cada uno se cree fabricado por Dios para ser un caudillo famoso.

Mas, separado de esta diez años antes, había hecho en París y en Italia lujosísima vida de soltero, hasta que, perseguido por sus acreedores, vino a refugiarse de nuevo en España el año 68, tomando parte activísima en la Revolución y recorriendo, al lado de Prim, las provincias andaluzas, arengando a las muchedumbres montado, como Lafayette, en un caballo blanco.

Porque Juan era la inconsecuencia misma. En los tiempos de Prim, manifestose entusiasta por la candidatura del duque de Montpensier. «Es el hombre que conviene, desengañaos, un hombre que lleva al dedillo las cuentas de su casa, un modelo de padre de familia». Vino D. Amadeo, y el Delfín se hizo tan republicano que daba miedo oírle. «La Monarquía es imposible; hay que convencerse de ello.

Respecto del sol, la luna y todo lo demás del firmamento, sus nociones pertenecían al orden de los pueblos primitivos. Confesó un día que no sabía quién fue Colón. Creía que era un general, así como O'Donnell o Prim. En lo religioso no estaba más aventajada que en lo histórico. La poca doctrina cristiana que aprendió se le había olvidado.

Don Luis María de Ágreda, senador electivo, gracias al patrimonio e influencia que tenía en su pueblo, era uno de los antiguos progresistas obstinados en sobrevivir a su partido; de aquellos que ponían sobre todo la Soberanía Nacional, y para quienes la España contemporánea no produjo sino cuatro hombres de gran valer: Mendizábal, por la desamortización; Espartero, por haber vencido al carlismo; Olózaga, por haber hablado antes que nadie de los obstáculos tradicionales; y Prim, por seguir sus huellas.

Palabra del Dia

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