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Actualizado: 22 de julio de 2025


Y corrió presuroso á su gaveta, cogió un legajo y se lo entregó á doña Paulita, que lo tomó del peor humor del mundo. Cayósele de la mano, recogiólo con presteza el predicador, y se lo volvió á dar diciéndole: ¿Pero está usted mala de veras? Veo que no puede usted tenerse en pie. Le tengo dicho que es bueno hasta cierto punto el ayuno, y nada más ... y usted siempre en sus trece....

Bien, señora, dijo el barón; esa es sin duda la respuesta que en iguales circunstancias me hubiera dado mi inolvidable esposa, para quien son mis últimos pensamientos. ¿Qué es esto, señor barón? exclamó en aquel momento Roger con fuerte voz, desde el lado opuesto de la terraza. ¿Esto? ¡Por San Jorge! dijo el barón acudiendo presuroso, un montón de proyectiles para bombardas.

Presentí que alguien me traía noticias de mi amada y acudí presuroso. No me había engañado el corazón. Era el caballerango del P. Herrera. Aquí tiene usted... me dijo, sin bajarse del caballo, esta cajita y estas cartas. Volveré mañana por la contestación. ¡Cartas de Angelina! Una para mis tías; otra para . Corrí a mi cuarto y cerré la puerta. Deseaba estar solo, solo....

Y con una honda náusea por aquello pegajoso, fofo e inerte que era su marido, se fué a su cuarto. No durmió bien. Despertó, tarde ya, y vió luz en el taller; su marido continuaba trabajando. Una hora después, éste oyó un alarido. ¡Dámelo! , es para ti; falta poco, María repuso presuroso, levantándose. Pero su mujer, tras ese grito de pesadilla, dormía de nuevo.

Con miradas no más expresó Nina su lástima del pobre ciego, su decisión de no abandonarle, y su conformidad con todas las calamidades que quisiera enviarle Dios. Y en esto, Antonio Zapata, que a su casa volvía, vio a su mujer en el grupo; llegose a ella presuroso, y enterado de lo que hablaban, aconsejó a Benina que llevara al moro a la consulta de enfermedades dermatológicas en San Juan de Dios.

El noble veterano acudió presuroso á recibir á su amigo y compañero de armas; y fué grande su júbilo al saber que el acompañante de Duguesclín no tardaría en librar al país de aquellos endemoniados arqueros ingleses que más de una vez habían puesto en fuga á los soldados del senescal enviados contra ellos.

Iba presuroso y acobardado, llevando un paquete de papel en la mano, algo como dos libras de azúcar, recién compradas en la tienda. ¡Aquel lleva veneno! gritaron varias mujeres corriendo hacia él. El lego fue rodeado por un grupo y desapareció en él. No se vio más que un estremecimiento de brazos y cabezas, un enjambre de cuerpos que forcejearon entre gritos.

PEDRO JUAN DE REJAULE le seguia En otro coche insigne Valenciano, Y grande defensor de la poesia. Sentado viene á su derecha mano JUAN DE SOLIS, mancebo generoso, De raro ingenio en verdes años cano. Y JUAN DE CARVAJAL, Dotor famoso, Les hace tercio, y no por ser pesado Dexan de hacer su curso presuroso.

Dejo el periódico; trato de dormir otra vez; abro de nuevo los ojos, exasperado. En la negrura, la estrella titilea, blanca, violeta, azul, anaranjada; una luz pasa vertiginosa y marca sobre los cristales una encendida estela fugitiva. Y cuando el tren se detiene de pronto ante una estación solitaria, oigo, en el profundo reposo de la llanura, el tric-trac del telégrafo, sonoro y presuroso.

Al recibir la noticia de que está terminada la obra, acude An-nasír presuroso desde su predilecta mansion de Medina Azzahra, sube á lo alto de la torre por una escalera bajando por la otra, y despues de examinar cuidadosamente el edificio, pasa al Maksuráh de la mezquita, hace dos arracas, y se retira complacido.

Palabra del Dia

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