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Actualizado: 7 de julio de 2025


Su imagen de otros tiempos, tal cual se me presentaba confusamente, no era como para llenar de ensueños ardientes una romántica cabeza de quince años. Pero la actitud de Marta me había llamado la atención. Al día siguiente, desde muy temprano, la ir y venir a pasos precipitados, en el piso superior, por los cuartos de huéspedes.

Se escuchaban los pasos precipitados de dos hombres que se acercaban á la carrera. ¿Quién va? dijo Quevedo. El cocinero de su majestad contestó una voz angustiosa. ¿Y quién más? repitió Quevedo. Fray Luis de Aliaga contestó otra voz. ¡Ah, bien venido seáis! He aquí, doña Clara, que Dios nos envía amigos. Pero doña Clara no contestó. Helósele la sangre á Quevedo.

Es de presumir, sin embargo, que estos anduvieron precipitados en negar á los árabes toda participación en el género dramático, pues quien se consagra á estudiar á fondo esta cuestión no puede resolverse á aceptar sin restricciones su juicio, y fallar en definitiva el pleito.

Lanzaron ellos sus caballos por el puente; mas con tan poca fortuna, que tras de una pequeña ventaja obtenida por el empuje de aquella poderosa fuerza, tuvieron que retirarse; pasada la sorpresa, nuestros infantes les acribillaron a bayonetazos, dejando un sinnúmero de jinetes en el suelo y otros precipitados por cima de los pretiles al lecho del arroyo.

En efecto los juicios temerarios casi siempre se hacen con precipitacion, porque se hacen sin atender las circunstancias necesarias para juzgar; y si bien se repara, en el trato civil se hallará, que son infinitos los juicios precipitados.

Aquí hay un infeliz que se está muriendo. Oyéronse pasos precipitados, aunque pesados. Eran los de un anciano, de no muy alta estatura, cuya faz apacible y cándida indicaba un alma pura y sencilla. Su grotesco vestido consistía en un pantalón y una holgada chupa de sayal pardo, hechos al parecer de un hábito de fraile; calzaba sandalias, y cubría su luciente calva un gorro negro de lana.

El pobre Juan al lado de ella se mostraba como avergonzado. Huía de su presencia, no atreviéndose a mirarla. Si sus manos se rozaban, al levantar juntos las almohadas del señor Aubry, él palidecía de angustia, y, en el silencio de la alcoba, María Teresa sentía los latidos precipitados de aquel corazón sobre el cual, una noche, se había apoyado cariñosamente.

Walter Scott, cuyas fábulas demasiado difusas, los asuntos principales subordinados con frecuencia a los accesorios y los desenlaces demasiado precipitados, no llenan siempre exactamente las condiciones de una composición bien entendida, debe probablemente la popularidad de su genio a la abundancia y a la popularidad de sus tipos.

Y tras la hueya, la concurrencia comenzaba a despedirse y a dirigirse al palenque unos en busca de sus pilchas para dormir por ahí, en cualquier parte, otros para tomar sus caballos y buscar su rancho, solos o acompañando a alguna de las damas que, llevando en ancas a su mamá, volvía al suyo, cuando de repente un tropel de caballos despertó los ecos del campo dormido, y coreado por ruidos de latas, pasos precipitados, ladridos de perros y ayes acongojados de las mujeres asustadas, resonó estentórea una voz vinosa que, dominando aquel desconcierto, nos dejó como clavados en el puesto que cada uno ocupaba.

Ya no vivirían juntos como pensaban; otra vez volvería a luchar por una miserable plaza en cualquier ministerio, sin saber cuándo la lograría. Las lágrimas se agolparon a sus ojos y sollozó amargamente un buen rato. El ruido de unos pasos precipitados le obligó a levantar la cabeza.

Palabra del Dia

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