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Cada vez que en mis largos viajes de ferrocarril, cuando después de veinte o treinta horas de inmovilidad, no se tiene ya postura, entra en mi espíritu aquel mal humor que todos conocen, no tengo más que acordarme de la mula... para sentirme fresco, alegre y dispuesto. La que yo llevaba en ese momento era detestable, reacia, lerda, con una cojera endemoniada.

Hallábase en el suelo, en postura semejante a la que toman los chicos revoltosos cuando están jugando, y ora sentada sobre sus pies, ora de rodillas, no daba paz a las tijeras. A su lado había un montón de pedazos de lana, percal, madapolán y otras telas que aquella mañana había hecho traer a toda prisa de Villamojada, y corta por aquí, recorta por allá, Florentina hacía mangas, faldas y cuerpos.

¿En la postura que yo digo? ¡Quiá!; no, señor. Estoy de baile, como iba el domingo cuando usté nos encontró junto á la fábrica del gas. Por cierto que no quiso usted mirarme. ¡Como iba usted tan entretenida!... ¡Si éramos ocho ó nueve! ¡Pero qué nueve, Teresa! Parecían ustedes un coro de Musas. Usté siempre poniendo motes á todo el mundo.

En su mirada brilla la mirada viva característica de sus imágenes ulteriores, y en su postura, impropia de un niño, puede descubrirse la intención del pintor de hacer que resalte el rango del modelo: apoya la mano izquierda en la empuñadura de la espada y la diestra en el bastón de mando.

Pero él tenía amigos, gozaba de grandes influencias, y acompañando a don Carmelo, el de la comisaría, iba a realizar su capricho. No quiso decir más, y se fue escalera abajo, dejando a Ojeda tendido en un sillón de la cubierta. Un calor pegajoso humedecía las frentes y las espaldas. Los dormitantes cambiaban de postura para separarse de la epidermis las ropas adheridas por el sudor.

Del grupo de éstas observó que se destacó una niña y vino a sentarse sola debajo del corredor donde él se hallaba: la miró un instante, mas no pudiendo verle la cara, entornó de nuevo los ojos hacia la danza. Al cabo de un rato percibió vagamente una voz detrás de : Oiga decía la voz. Pero no imaginando que se dirigían a él, siguió en su cómoda postura. Oiga repitió la voz un poco más fuerte.

Así era como se peinaba Judit... aquella graciosa postura, aquel talle fino y delicado eran los suyos... allí encontraba su porte, sus maneras, ese invencible y poderoso encanto que se adivina y que no puede definirse!... Por último, se levantó la desconocida. Arturo lanzó un grito.

Salabert se apartó un poco del grupo y se dejó caer sobre el brazo de un sillón adoptando una postura grosera, para lo cual sólo él tenía derecho. En vez de ser mal vistos aquellos modales libres y rudos, contribuían no poco a su prestigio y al respeto idolátrico que en sociedad se le tributaba.

Núñez, volviéndose hacía Tristán y como hablándole en tono confidencial, le dijo: Cuando uno de estos hombres tan profundamente observadores se acerca a , no puedo menos de sentirme inquieto, cohibido. Parece que está uno delante de una máquina fotográfica y teme verse reproducido en mala postura. Hasta ahora me parece que no tiene usted motivo para pensar que le haya enfocado. Pero lo temo.

Algunos sacerdotes tenían abiertas las puertas del confesonario y se les veía con sotana y bonete inclinar el cuerpo y oído hacia la ventanilla, reflejando en su rostro fruncido y en su postura desmadejada el cansancio que sentían. Otros las tenían cerradas herméticamente y apenas se advertía dentro, al pasar, la presencia de un ser humano.