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Actualizado: 9 de julio de 2025
¿Hay calefacción? le pregunté a la portera de un inmueble donde se alquilaba un cuarto piso. Esta hipótesis pareció ofender gravemente la dignidad de aquella mujer. No, señor me contestó con orgullo . Aquí estamos a la antigua española... Y, cuando yo llegaba ya a la esquina, después de haberme despedido, la portera me hizo volver sobre mis pasos. ¿Qué ocurre? exclamé.
La portera me dijo que hace dos años vendía géneros de punto aquí, en el Mercado; pero ahora se da el tono de una princesa y habla de su mamá, una tianga que cuando no le da un duro le chilla desde el patio y arma escándalo para que se entere toda la calle. ¡Ay, doña Manuela! ¡Que mi marido se haya metido en semejante podredumbre...! Porque si usted la viera, se asombraría de que los hombres puedan caer en tal tentación.
Finalmente, se instaló en el estudio, pasando por su casa con rapidez para que la familia se convenciese de que aún existía... Desnoyers, algunas mañanas, llegaba á la rue de la Pompe para hacer preguntas á la portera. Eran las diez: el artista estaba durmiendo. Al volver á mediodía, continuaba el pesado sueño. Luego del almuerzo, una nueva visita para recibir mejores noticias.
Obdulia no tenía ni asomos de arreglo; pronto se vio agobiada de deudas; cada lunes y cada martes enviaba recaditos a su madre con la portera, pidiéndole cuartos, que Doña Paca no podía darle.
Mas de pronto, se le ocurrió que el escribirle tenía sus inconvenientes, y que en realidad era preferible una explicación verbal de la cual nadie que la conociera podía enterarse en aquellos momentos. Detúvose un momento indecisa, y bruscamente dió la vuelta y se metió de nuevo en el portal. Cruzó sin decir nada por delante de la portera y subió con pie ligero las escaleras.
El paraje tranquilo, los tiestos de flores que observó en los balcones, la escalera limpia y blanqueada y la sencilla amabilidad de la portera produjeron excelente impresión en nuestro escultor. La casa tenía marcado sabor conventual; había allí algo puro, inmaculado, que correspondía admirablemente con la inocencia y las costumbres devotas de su amigo.
Guardaban demasiados recuerdos para ser contemplados con indiferencia, y ellos se habían propuesto mantener hasta el último momento su fingida serenidad. Ojeda dio unos duros a la portera, que les salía al paso arrebujada en un mantón para abrir los cristales del zaguán. La adelantaba la propina del próximo mes. ¡Que Dios se lo pague, señoritos!
D. Francisco, tenga compasión de nosotros... ¿Por qué es usted tan tirano y tan de piedra? ¿No ve cómo estamos? ¿No tiene tan siquiera un poquito de humanidad? Hija de mi alma, usted me juzga mal... ¿Y si yo le dijera ahora que iba pensando en usted... que me acordaba del recado que me mandó ayer por el hijo de la portera... y de lo que usted misma me dijo anteayer en la calle?
Preguntaron á la portera de la antigua casa si se había alquilado de nuevo el cuarto segundo. Dijo la portera que no. Preguntáronle el nombre de la criada y si sabía su paradero. Se llama Pascuala contestó: está casada con un tabernero llamado Pascual; pero no sé dónde viven. El tabernero de la calle del Barquillo debe saberlo, porque es compadre suyo.
Cuando al fin pudo entrar, vió libros, muchos libros, libros por todas partes, esparcidos en el suelo, alineados sobre tablas, apilados en los rincones, invadiendo sillas desvencijadas, mesas viejas, y una cama que sólo era rehecha de tarde en tarde, cuando el dueño, alarmado por la creciente invasión de polvo y telarañas, reclamaba el auxilio de una amiga de la portera.
Palabra del Dia
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