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Pues no, la Sílfide es un restaurant, una Sílfide gastronómica, una Sílfide que se engulle cinco ó seis platos por cinco ó seis pesetas. Al buen pastor. ¿Quién no habia de creer que se trataba de alguna hermandad ó cofradía? Pues tampoco: el buen pastor es un rico almacen de géneros, sito en la calle de San Sulpicio, núm. 21, si no yerra un anuncio que he visto cerca del Panteon.

Un puñado de trapos, otro de joyas, algunos platos más sobre la mesa no pueden darla a nadie. Pero un pensamiento lúgubre, que hacía algún tiempo amargaba todos sus sueños, le cruzó por la mente. Ella era ya una vieja; , una vieja; no había que forjarse ilusiones. A Estefanía le costaba cada vez más trabajo ocultar las hebras plateadas que en sus rubios cabellos aparecían.

He comido algo con Moreno antes de salir de allá... Pero comeré otra vez... ¡Ay, la muerte! ¡Pobre Pirovani!... También beberé un poco. A pesar de que hablaba de su hambre, apenas tocó los distintos platos que le fué ofreciendo la criada de la casa. En cambio bebió mucho vino, pero de un modo maquinal, sin saber ciertamente lo que bebía.

Sin poderlo evitar, las remedaba con mis gestos; y para contradecirlas, que era en todo cuanto hablaban, remedaba también sus voces con la mía. Las hubiera tirado con los platos de muy buena gana, y no me diera por satisfecha sin arrojarlas a escobazos del comedor.

Segun la expresion general, parecia una taza de plata. No bien nos habiamos sentado en el ángulo de la izquierda, cerca de un espejo donde nos reflejábamos con platos, cubiertos y mesa, cuando nos vimos rodeados de tres mozos. Todos tres iban vestidos de negro, frac, corbata blanca, cabeza perfumada, y una servilleta en la mano.

Al verlos desgarrarlas con los dientes y soplar al mismo tiempo para no quemarse, Miguel sintió los ojos húmedos. Uno de los pinches colocó sendas rebanadas de pan al lado de los platos. A ver dijo Miguel, que traigan dos copas de Jerez.

Pegajoso con aquellos de quienes podía sacar algo, sabía llegar a la casa en el momento en que iban a sentarse a la mesa, cansado de los guisotes de Catalina y los platos criollos de la tía Silda; cuando iban al teatro, cuando iban al paseo: era un lebrel a caza de invitaciones. En todas partes estaba, y siempre de arriba.

Se oía el ruido de los platos en el comedor, donde hablaban, iban y venían; pero allí, en su gabinete, todo estaba en silencio como en un cementerio. Si un pintor hubiera visto aquel aposento obscuro y triste, con el montón de libros y de cuadernos por el suelo, con aquel hombre inclinado sobre la mesa, dolorosamente cabizbajo, hubiese pintado un cuadro titulado «A punto de suicidarse».

Señor mi amo, le respondió Cacambo, Cunegunda está fregando platos á orillas de la Propontis, en casa de un príncipe que tiene poquísimos platos, porque es esclava de un soberano antiguo llamado Ragotski, á quien da el gran Turco tres duros diarios en su asilo; y lo peor es que ha perdido su hermosura, y que está horrorosa de puro fea. ¡Ay! fea ó hermosa, dixo Candido, yo soy hombre de bien, y mi obligacion es quererla siempre. ¿Pero cómo se puede encontrar en tan miserable estado con el millón de duros que tu le llevaste?

Desde el siguiente día comenzó Sarto a instruirme en mis regios deberes, a explicarme lo que tenía que saber y hacer, y la primera lección duró tres horas. Almorcé apresuradamente, con Sarto siempre frente a , diciéndome que el Rey bebía vino blanco en el almuerzo y que detestaba los platos picantes.