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Os voy á hacer el plato dijo Quevedo dirigiéndose á Dorotea ; este jamón de Granada es sumamente confortante; se ceba con víboras, es un plato que yo, que sólo gozo cuando como, le prefiero á todos; voy á haceros la copa; este tintillo de Pinto es un gran vino de pasto; refrigera y no predica. Vamos; arriba con esa copa y no lloréis ¡vive Dios! que me lastimáis.

Sin embargo, en la angustia secreta y sombría que se pintó en sus facciones cuando incliné mi oído sobre el pecho del anciano, leí claramente este deseo: «¡Oh, si se murieraOtra vez, me llamaron de la casa de una señora que, casada en segundas nupcias, era feliz. En su dicha no había más que una sombra: su marido no podía sufrir al hijo del primer matrimonio.

Pero cuando Clavel tomó realmente por lo serio las pretendidas observaciones de D. Pantaleón fue cuando éste se valió de un medio ingenioso para convencerse de que los perros distinguían los colores. Cortó cuatro cartones iguales, dos pintó de azul y dos de rojo.

Por esta razón no debemos criticar al poeta porque sólo pintó los caracteres con rasgos generales, y porque debilita el interés de la acción en diversas situaciones, sin otro vínculo que las una sino el de su relación más ó menos directa con la suerte de Numancia.

Con esto colgó de una muñeca el palo pinto, ató al correspondiente brazo las riendas de la cabalgadura, aprisionó el paraguas en el sobaco; y con el pan y el queso en una mano y en la otra una navaja abierta, me dio a entender, con un ademán y una mirada, que estaba apercibido y a mis órdenes.

En cuanto comprendió de qué se trataba, antes de oír las frases crudas con que pintó la rubia lúbrica el asalto del caserón de los Ozores por el Tenorio vetustense, don Fermín giró sobre los talones, como si fuera a caer desplomado, dio dos pasos inciertos y llegó al balcón contra cuyos cristales apoyó la frente. Parecía mirar a la calle. Pero tenía los ojos cerrados.

Mucho trabajó durante los dieciocho años que separan el de 1631, en que de vuelta en Madrid aparece su nombre en las nóminas de palacio por el mes de Enero, y el de 1649 en que emprendió su segundo viaje a Italia: mas no hay modo de enumerar por orden riguroso todo lo que pintó.

Una violenta expresión de ira se pintó en el rostro de la señora al oír este nombre; volvióse bruscamente hacia una joven que la acompañaba, y exclamó con más impetuosidad que prudencia: Pero, ¿has visto?... ¡Si esto clama al cielo!... ¡Pícara madre! ¡Pícara madre!... Mientras este ángel llora, estará ella escandalizando a Madrid como acostumbra.

que lo es; pero creo muy difícil quitársela de la cabeza. Eso corre de mi cuenta... ¡Oh! Si no tuviera yo otras montañas que levantar en vilo... dijo el clérigo apartando de la ensaladera, en la cual no quedaba ni una hebra . Verá usted... verá usted si le vuelvo yo del revés como un calcetín. Para esas cosas me pinto...

Pinto bien lo que desconozco: la tristeza, lo pasado, lo muerto. La alegría presente, la juventud, no me salen. DON URBANO. ¡Qué gracia! CUESTA. ¡Deliciosa! MARQU