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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Hemos vuelto a alquilar la quinta del año pasado, y mi mujer, en consideración a este trabajo excepcional, me concede instalarse en el campo muy temprano este año. ¡Espero, mi querido marqués, que no aprovecharás otra vez nuestra residencia en el campo para hacernos una nueva rabona! Teme, por el contrario, verme aparecer con demasiada frecuencia en tu horizonte respondió Pierrepont riendo.
Además, no será larga añadió Fabrice , porque, si no me engaño, todo lo sabes... Tus nervios te han denunciado... ¿Has oído, no es cierto, mi conversación con Pierrepont en el taller? Hizo ella un signo afirmativo.
¡Oh! es necesario salvarlo exclamó la vizcondesa poniéndose en pie . ¿Tú me das plenos poderes, no es verdad? ¿Apruebas de antemano cuanto intente con ese fin? ¡Todo... absolutamente todo... y con toda mi alma, Dios mío! ¡Pues bueno! escribe a Pierrepont, a quien daré una cita para mañana.
Beatriz le dio las gracias con efusión, confesándole que en lo íntimo de su conciencia se alegraba de que Pierrepont supiera la verdad y que sería aún más dichosa si lo viese volver a la buena senda, asegurando a la vizcondesa que en cuanto a lo demás podía tener confianza en ella. «Hay le dijo con entera buena fe y no sin un poco de altivez pensamientos que nunca me asaltan... He sufrido mucho, y mucho me queda que sufrir todavía, pero aun cuando no tuviera principios tendría bastante orgullo, demasiado respeto a mí misma para ir a buscar el consuelo de mi perdido amor en una intriga galante.
La señora de Aymaret interrogó a Pierrepont con una mirada. Creo respondió el marqués , que la señorita Beatriz no tiene durante el día más que, una hora libre... es aquella en que mi tía duerme la siesta después del almuerzo. Perfectamente; entonces ésos son nuestros momentos.
¡Jesús, hijas!... ¡Qué perfume!... ¡Qué horror! exclamó la baronesa . Beatriz, en seguida mi tarro de sales; luego, que estas señoritas te den sus redes y llévalas a la cocina. Perdone usted, tía dijo el marqués de Pierrepont, tomando vivamente aquellos artefactos ; las voy a llevar yo.
Los sentimientos de la señorita de Sardonne por Pedro de Pierrepont habíanse ido desenvolviendo poco a poco hasta llegar a la adoración, adoración que la niña guardaba cual en un santuario, en el más oculto rincón de su casto pecho, sin que Pedro lo sospechara siquiera, pues tenía por las jóvenes de la edad de Beatriz el desprecio propio en un hombre de su temple y años.
Me ha encargado ponerla en relaciones con el cura de San *, que es, al mismo tiempo, superior del Carmelo. ¿A quién?... eso es muy improbable. Pues entonces, ya es algo añadió Pierrepont , que su alma se encuentre libre. ¡Sin duda alguna, amigo mío! corroboró la de Aymaret , y ahora, me parece que debería usted alejarse de ella un poco de tiempo. Es lo que pienso hacer.
En esto llegaban a la estación, al mismo tiempo que el tren, y como nadie más que ellos ocupasen el coche que los conducía a París, convinieron en los términos de la carta que al día siguiente mismo se proponía la señora de Aymaret escribir a miss Nicholson, anunciándole la próxima salida de Pierrepont para América.
Pierrepont, que tal vez sin motivo no tenía muy alta opinión de las femeninas virtudes, alababa con calor las de la señora de Aymaret, de lo que la baronesa venía a deducir, con mundana lógica, que era su amante.
Palabra del Dia
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