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Actualizado: 16 de junio de 2025


El individuo parece absorberse en el grupo que le circuye por todas partes, y se halla como privado de la conciencia de su dignidad y de su poder. No quiero decir que pierda realmente su personalidad en la familia, en la ciencia, en el arte, en la industria, en la religion, en el derecho, no: una entidad absoluta no se pierde por combinaciones accidentales.

La hermana sonrió, dejando ver aquellas filas de dientes blancos y menudos que me hechizaban. Y volvió a cantar: A mi suegra, de coraje le he echao una maldisión, que se la pierda su hijo y que me le encuentre yo. ¡Eso, mi niña! exclamó el desfachatado malagueño. Yo le eché una mirada atravesada y rencorosa, y dije por decir algo: Son peteneras, ¿verdad?

El fabricante de sidra tuvo conocimiento de este dicho, habló pestes en el Saloncillo de don Pedro, y se mostró vivamente ofendido de tal suposición; mucho más ofendido de lo que en realidad estaba. Alvaro Peña, que no estaba contento sino cuando tenía un desafío entre manos, se apresuró a decirle en voz alta con la arrogancia que le caracterizaba: Pierda usted cuidado, don Rudesindo.

Así se te pudra todo el dinero que guardas, y se te convierta en pus dentro del cuerpo para que revientes, zurrón de avaricia. Coja usted el libro y el lápiz, y lléveselo con mucho cuidado... no se le pierda por el camino. Bueno: ¿se ha hecho usted cargo? ¿Me responde de que apuntarán todo? , señor... no se escapará ni un verbo. Bueno.

Los que nacemos pobres no debemos permitirnos estas tonterías. Ya se ratraperá usted cuando sea viejo y rico. Entonces se dará el gusto de arruinarse por alguna muchacha que pueda ser su nieta... Y si ahora tiene usted verdadera necesidad de amor, no pierda el tiempo con nosotras: busque entre las personas «bien» que vienen en el buque.

BARBERO. Ya lo hago. ¡Cielos! ¿Señor, qué te he hecho Que así quieres en mi pecho Hazer tan bárbaro estrago? DON JACINTO. Aquí tienes de morir, Si contradices mi gusto Aunque te parezca injusto. BARBERO. Sólo te intento servir. DON JACINTO. ¡Pues entra, y esa mujer Haz que en líquidos corriente De carmín derramen fuentes Sus brazos, hasta que el sér Pierda, perdiendo la vida, Ó quitarétela á ti!

Ya te he dicho que me distinguen como no lo merezco. «Vamos, Linilla: ¿quieres que deje yo esta casa, que pierda yo esta colocación tan codiciada en Villaverde, y que vuelva yo a ser amanuense de Castro Pérez? Tal vez ni eso pudiera yo conseguir. ¿Quieres que me vaya a la tienda de Andrés a vender cominos y pimienta? Responde.

Crea usted que conviene que no les pierda de vista. Si no estuviera yo aquí, ese diablillo sería capaz de una locura que desacreditase la casa. Y la buena señora, estaba segura de que para Rafael no existía ya la hija del doctor Moreno, criatura abominable, cuya belleza había sido su pesadilla durante algunos meses.

Conociéndome como me conoces, comprenderás que mi objeto es de los más puros, de los más honrados. PATROS. ¿Para decir cuatro palabritas a la señorita Electra? CUESTA. Si pudiera ser hoy, mejor. PATROS. El señor ¿vuelve luego? CUESTA. Volveré, y con disimulo me adviertes... PATROS. , ... Pierda cuidado. CUESTA; PANTOJA, enteramente vestido de negro. Entra en escena meditabundo, abstraído.

Ojalá que este bueno o mal gusto no se pierda, que nuestro público no se disipe, sino que persista o se renueve, y que al menos la mejor de nuestras novelas siga leyéndose con agrado la mitad del tiempo siquiera que fue leído el Amadís de Gaula o que fue leída La Diana de Jorge de Montemayor, que casi nadie lee ya porque le falta la paciencia.

Palabra del Dia

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