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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Te equivocas sobre el motivo de mi negativa, joven... ¿sabes lo que pides de mí? Lo sé, maestro Plock. No lo sabes, no. Entonces miró a su alrededor con inquietud, y, como si temiese ser oído se aproximó a Blasillo, le habló un instante en voz baja, y después le miró con aire interrogativo. Ya lo sabía. ¿Y quiere usted...? Sí.
Pero yo no soy más que una mujer y no tengo valor para decidir entre lo que me parece mi deber y lo que es mi deseo ... Tú, que tienes la firmeza necesaria, manda; yo obedeceré. Mauricio movió la cabeza. No, Herminia; yo no puedo hacer lo que pides.
Y si piensas que de todos mis asaltos ha de salir vencedora, como saldrá sin duda, ¿qué mejores títulos piensas darle después que los que ahora tiene, o qué será más después de lo que es ahora? O es que tú no la tienes por la que dices, o tú no sabes lo que pides. Si no la tienes por lo que dices, ¿para qué quieres probarla, sino, como a mala, hacer della lo que más te viniere en gusto?
Me vuelvo loca. Que le cuides, Patros; mira que... PATROS. Ahora le llevaré dos bollitos. ELECTRA. No, no: que eso ensucia el estómago... Le llevarás una sopita... PATROS. ¿Y cómo llevo eso? ELECTRA. Es verdad. ¡Ah! Pides para mí una taza de leche. PATROS. Eso. Y se la doy en cuanto despierte.
Señor Sagrario, haga el favor de despertar a mi tío». Pero ni el tío despertaba, ni D. José se hacía cargo de que le llamaban. «Parece que me tienes miedo, y que pides socorro le dijo Maxi con fría bondad . No te voy a comer. Estás equivocada si piensas que vengo de malas. Si no se trata ya de matarte ni de matar a nadie... Esa idea estúpida voló... por fortuna de todos».
Me pides que te sugiera algún pensamiento para un drama, pues quieres hacer tus primeras armas en el teatro, y me preguntas si entre estas ásperas montañas no encontrarías alguna acción interesante que pueda servirte de tema. No, amigo mío.
Porque tú no pides; aquí nadie ha de traerte el garbanzo, como no sea yo; y yo, si ahora tengo algún dinero, pronto me quedaré sin una mota, y tendré que volver a pedirlo con vergüenza. ¿Esperas tú que aquí te caiga el maná? Cader sí manjá replicó Almudena con profunda convicción. Fíate de eso... Pero dime otra cosa, hijito: ¿habrá por aquí dinero enterrado? Haber mocha, mocha.
Recapituló a mi presencia el empleo de sus noches de toda la semana, pero sin mi presencia, por supuesto. ¿ Me acompañarás esta noche? le preguntó a su marido. Me pides una cosa que creo no haberte negado nunca replicó el señor De Nièvres con bastante frialdad. Me siguió hasta la puerta de su gabinete, apoyada en el brazo de su marido, erguida, confiada en aquel sólido apoyo.
Entonces temí en gran manera. 3 Y dije al rey: El rey viva para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas del fuego? 4 Y me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos,
Ya pasaron los dias, ya pasaron las horas de ventura en que al mirarme, amante sonreias con infantil ternura. Ya ha borrado la mano del olvido mi nombre de tu mente, ya no busca tu oido el tierno halago de mi voz ardiente. ¡Ya no piensas en mí! Ya cuando al cielo vuelves los claros ojos, pides calma á tu duelo, no paciencia á mi queja y mis enojos.
Palabra del Dia
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