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Actualizado: 28 de julio de 2025
Yo sabía que la Nina se arrimaba a la puerta de San Sebastián, por pescar algún ochavo... La necesidad es terrible consejera. ¡Cuando la pobre Nina lo hacía!... Pero yo no supe hasta hoy que anda emparejada con un moro ciego, y que de ahí le viene su perdición. ¿Está usted seguro de lo que dice? Lo he visto. A mamá no he querido decirle nada, porque no se disguste; pero... ya estoy al tanto.
En cuanto se casen mis hijas, en vez de pasar el verano en Sarrió, donde se guardan las mismas etiquetas que en Lancia, me iré a Rodillero a respirar aire fresco y a pescar robalizas. Atiende, Micaela, no seas tan viva, mujer... Comprende que a tu marido no le han de gustar esas genialidades; querrá que le contestes con razones...
La estación de pesca apenas ha comenzado y no tenemos aún más que la décima parte de la carga. ¡Sigámosles, tío! exclamó Cornelio. ¿A quiénes? ¿A los ladrones? Y ¿por qué no? ¿Vais a volver a Timor con esas pocas olutarias, mientras podemos pescar diez veces más? Yo opino lo mismo dijo Hans . Aprovechemos los momentos para seguirlos. Pero ¿querrán venir con nosotros los chinos?
Gozaba yo entonces de hermosa libertad. Mis mejores amigos eran Celesto y Angustias, la hija de Belarmino. Pasábamos juntos dos o tres horas todos los días, bajo los arcos de la plaza en tiempo lluvioso, y los días serenos, de paseo en el parque o de excursión por las afueras, a coger flores y nidos, cazar grillos y pescar ranas. De Belarmino ya le he hablado.
Los que quieren pescar, tienen un río y un lago; los que prefieren la caza pueden cazar en los bosques ó en la llanura... ¡Aquel es un boato real! En nuestro siglo los artistas son los reyes del universo. Á esos no se les destrona, ni se les arroja á tiros, ni se les insulta en los periódicos.
Mi madre, que desde el principio que le hablé de Mary sintió por ella antipatía, se informó, y obtuvo malos informes; según le dijo una mujer de Izarte, la chica llevaba una vida salvaje, corría por las peñas, andaba tirando piedras, y muchas veces había ido con la hija del torrero, una muchacha igualmente salvaje, a pescar calamares.
Hacía propósito de no volver a pescar alimañas de tan poca sustancia, y se figuraba estar tendiendo sus redes en mares anchos y batidos, por cuyas aguas cruzaran gallardos tiburones, pomposos ballenatos y pejes de verdadero fuste. Su mente soñadora la llevaba a los días del próximo invierno, en los cuales pensaba inaugurar una campaña social tan entretenida como fructífera.
El pobrecito es más hueco que una caña de pescar. Se me ocurrió hablarle de política, preguntándole: «¿Votó usted por los radicales?» «¡Qué esperanza! me respondió; no es gente conocida...» ¿De manera que te aburriste en grande? No, eso no. La tontería tiene siempre algo de divertida. Tienes razón, hijita. Además la tontería es tan variada como la inteligencia.
Yo estoy heroica y me callo... La de Aimont gime al hablar de la increíble suerte de esta muchacha que ha encontrado el secreto de pescar tan buen partido. La cosa les es más sensible porque el joven de Martimprey exige 20.000 pesos de dote en vez de 10.000, para casarse con Paulina. Es lo último... Los Aimont están furiosos por tal regateo, y es natural.
VIVÍA muchísimo tiempo hace, en la costa del mar del Japón, un pescadorcito llamado Urashima, amable muchacho, y muy listo con la caña y el anzuelo. Cierto día salió a pescar en su barca; pero en vez de coger un pez, ¿qué piensas que cogió? Pues bien, cogió una grande tortuga con una concha muy recia y una cara vieja, arrugada y fea, y un rabillo muy raro.
Palabra del Dia
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