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Actualizado: 4 de septiembre de 2025


Un gran pino, desbranchado por sus choques contra las piedras, rodaba pesadamente por el charco. Jóvenes y muy ignorantes aún de las cosas de la naturaleza, mirábamos con extrañesa los sobresaltos é inmersiones del destrozado árbol.

Martín contempla por un instante su rostro abotagado; después murmura dulcemente: ¡Que Dios te acompañe! Y deja caer pesadamente su frente sobre la mesa. Muy pronto continúa el hermano.

¿Y el señor cura, viene alguna vez? La mujer exclamó duramente: ¿El cura?... No, por cierto... A ese ni lo conozco. Estoy segura de que vendría si usted quisiera verlo. ¿Para qué? Hizo un movimiento brusco de protesta y cayó pesadamente, sin poder incorporarse. ¿Qué iba a hacer aquí el cura?... No quiero sotanas ni hombres negros a mi alrededor.

En aquel momento, el gitano, inclinado sobre la borda de su tartana, escuchaba con oído atento un ruido cadencioso que resonaba pesadamente como el paso de muchos caballos. ¡Ellos son, por fin! exclamó. ¿No eres, pues, más que un fraile llorón? J. JANIN, Confesión.

Atravesando la vega en las horas de más sol, cuando ardía la atmósfera y moscas y abejorros zumbaban pesadamente, sentíase una impresión de bienestar ante esta barraca limpia y fresca. El corral delataba, á través de sus bardas de barro y estacas, la vida contenida en él.

El doctor, con un cuchillo grande, hizo rápidamente un corte circular en la carne. Nicolás rechinó los dientes. La sangre saltó. Despois se ocupaba en ligar algo. La sierra rechinó durante dos segundos, y el brazo cayó pesadamente al suelo. Esto es lo que se llama una operación bien terminada dijo Lorquin. Nicolás había dejado de fumar; la pipa se desprendió de sus labios.

Abuelo, vamos, haga Vd. un esfuerzo para levantarse, dijo la niña mendiga, pues aquí vienen un señorito y una mujer para ayudarme a conducirle a Vd. al pueblo. El hombre, exhalando gemidos, se movió pesadamente como si le faltara la fuerza para levantarse, luego apoyó una rodilla, después la otra y por fin las manos, quedándose a gatas y bajando la cabeza como si quisiera ocultar su cara.

Los naranjos sumergidos, todos iguales, formando sobre la corriente complicados callejones, un dédalo en el que se enredaban cada vez más, vagando sin dirección. Cupido sudaba moviendo sin cesar los remos. La barca arrastrábase pesadamente en aquella agua fangosa, llena de marañas vegetales que se agarraban a la quilla. Esto es peor que el río murmuraba.

Doscientos jinetes pesadamente armados precedían al duque de Lancaster y su brillante séquito, en el que descollaban cuatro heraldos cuyos luengos tabardos llevaban bordadas sobre el pecho las armas reales. Á uno y otro lado del joven príncipe cabalgaban los dos senescales de Aquitania, Guiscardo de Angle y Esteban Cosinton, portando el primero la bandera del ducado y el segundo la de San Jorge.

Es fuerza que acabe por encontrarlo. Al fin lo encuentra. Una noche, muy tarde, a principios de septiembre, sus investigaciones lo llevan a B... aldea situada dos leguas al norte de Marienfeld. A través de las ventanas cerradas de la taberna, se oye un ruido confuso, pataleos, gritos y cánticos avinados. Baja pesadamente del carruaje y ata el caballo a la puerta del patio.

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