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La mujer, la verdadera mujer, es un producto artificial de las civilizaciones maduras, algo como las flores de invernadero, de una belleza complicada y perversa. Sólo en las grandes ciudades que llegan á ser decadentes, porque no pueden ir más allá, se encuentra á la mujer.

El indio enfermo no vió á los demonios, sino sólo una sombra espantosa de donde salía tan perversa admonición.

D. Teodoro replicó la señorita de Penáguilas, secando sus lágrimas . Estoy pensando, estoy considerando qué cosas tan malas hay en el mundo. ¿Y cuáles son esas cosas malas, señorita?... Donde está usted, ¿puede haber alguna? Cosas perversas; pero entre todas hay una que es la más perversa de todas. ¿Cuál? La ingratitud, Sr. Golfín.

Si Alejo Zakunine quería castigar a la Condesa por el amor que profesaba a Vérod, y si la nihilista quería castigarla del amor que el Príncipe la profesaba, la complicidad perversa de los dos quedaba demostrada. Otros iban más lejos, pues al saber que el Príncipe se encontraba en dificultades de dinero, sostenían que los dos rusos habían muerto a la Condesa por robarla.

Arrojóme una mirada diabólica. ¿Qué sabe usted de eso? dijo. No todos los hombres son corredores de fortuna. ¡Ah! ¿será usted acaso una perversa, señorita Helouin? le dije con mucha calma. Siendo eso así, tengo el honor de saludarla...

La Camargo, frívola, interesada, caprichosa, perversa, enamorada siempre de la belleza, de la distinción y del dinero, es, dentro de la sociedad, galante y artista, que formaron las fastuosidades del Rey-Sol y de Luis XV, su hijo, como un símbolo de carne rosa. Fué aquel un período admirable de desafíos á primera sangre y de madrigales.

La rubia señora de Hermany, más bella, más misteriosa y más perversa que nunca, vio que el señor de Lerne buscaba a alguien en la multitud y, mirándole fijamente, le dijo breveniente: «Segunda puerta ala izquierda. En el invernáculo, bajo del tercer palmero a la derecha, y decid después que no soy buena...» Jacobo saludó gravemente, y siguió la indicación.

El borracho, hasta entonces sonriente y bonachón, sintió nacer su cólera con el recuerdo de aquella tarde de desgracia. ¿Y aún se reía aquel mal bicho?... Estos toros de perversa intención, marrulleros y reflexivos, que parecían burlarse del lidiador, eran los que tenían la culpa de que un hombre de bien fuese insultado y se viera en ridículo. ¡Ay, cómo los odiaba Gallardo! ¡Qué mirada de odio la suya al fijarla en los ojos de cristal de la cornuda cabeza!...

30 Entonces Saúl se enardeció contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿no yo que has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para confusión de la vergüenza de tu madre? 31 Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni serás firme, ni tu reino. Envía pues ahora, y tráemelo, porque ha de morir.

Aquellas cartas que la enferma había garrapateado con su mano trémula, aquellas cartas en que a veces ponía besos para su madre en un cuadro mal dibujado debajo de la firma, aquellas cartas que la duquesa había regado con sus lágrimas, fueron registradas sobre una mesita del salón, como un juego de naipes, por un viejo depravado y una mujer perversa.