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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Quedóse Montiño mirando de una manera perpleja á fray Luis. Luego suspiró profundamente y dijo: Lo que yo he amado más sobre todas las cosas ha sido... Y se detuvo. Ved que estáis hablando con vuestra conciencia observó el padre Aliaga. Montiño hizo un poderoso esfuerzo y contestó: Lo que yo he amado sobre todas las cosas ha sido... el dinero.
Pidió impaciente la cadena de oro, que su madre echole, con sus propias manos, al cuello. En seguida, señalando un contador de taracea, díjole que le alcanzara la daga con piedras preciosas que encontraría en la naveta del centro. Doña Guiomar, al tomar en sus manos el puñal, quedose perpleja.
Pues no lo sé, Butrón, y me tiene esto muy perpleja... Porque Damián me ha traído varias cartas que le han llegado por el correo y no sé dónde enviárselas... ¡Si falta en esa cabeza algún tornillo!... Preciso será esperar a que escriba de nuevo, y te encargo mucho que en cuanto recibas sus señas me las envíes de seguida.
Como tampoco lo estaba Flora, no pudo tranquilizar su espíritu con esta cita histórica. Quedó, pues, silenciosa y perpleja mientras la atribulada señora se entregaba cada vez más reciamente al llanto. Pero al cabo nació una idea en su frentecita morena, debajo de sus ricitos negros.
La incógnita, en que el lector habrá ya reconocido sin duda a la intrépida Currita, pareció muy perpleja: indudable era que en la calle X no existía el número 4, puesto que no había otra casa que el suntuoso hotel, y en este vivía precisamente ¡qué coincidencia! , la Mazacán en persona...
La señora de Laroque cayó en un abismo de reflexiones, en cuyo fondo, es probable hallara la sombra venerable del padre Hivart; después alzando ligeramente los hombros, fijó su mirada en mí, luego sobre las piezas de oro, una vez más sobre mí, y apareció perpleja.
Comió y se fue al mes de María; mas en el momento en que subía al altar, el armonium permaneció mudo. Miss Percival no se hallaba ya allí. La joven organista de la víspera estaba en aquel momento muy perpleja. Sobre los dos divanes de su cuarto de vestir, se ostentaban dos preciosos trajes, uno blanco, y azul el otro. Bettina se preguntaba cuál de los dos se pondría para ir esa noche a la Opera.
Ni el deshonor, ni el matrimonio la han curado de esta manía. ¿No te parece a ti que es manía? A Jacinta le acudieron tantas ideas a la mente, que no sabía con cuál quedarse, y estaba perpleja y muda.
Después de haber estrechado con afectada cordialidad la mano de cuantos estaban en el salón, enjugó su seria y perpleja cara con un pañuelo rojo de seda menos oscuro que su tez, apoyó su robusta mano sobre la mesa, y se dirigió al jurado con suma gravedad, diciendo: Pasaba por aquí, y se me ocurrió entrar a ver cómo seguía el asunto de ese Tennessee, mi socio y compañero. ¡Uf, que noche más sofocante!
Distraída afirmó la muchacha: Sí..., él bien te mira.... Bueno; pues quiero conocer sus propósitos, porque así estamos perdiendo el tiempo, y yo me perjudico. Aun dijo Carmen, perpleja: Tú te perjudicas.... Pues es preciso que te enteres pronto y bien de su intención..., con disimulo..., y si no, ¡pobre de ti! La niña, como un eco, repitió mentalmente: ¡Pobre de mí!
Palabra del Dia
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