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Actualizado: 11 de junio de 2025
Ya Perla había llegado á la orilla del arroyuelo, y allí se quedó contemplando silenciosamente á Ester y al ministro, que permanecían sentados juntos en el tronco musgoso del viejo árbol, esperando que viniese.
Las mujeres salían en las primeras horas de la mañana, para no volver hasta la caída de la tarde, o permanecían dentro de sus casas, recluidas voluntariamente, con una pasividad de hembras asiáticas. También se reconocía en ellas la diferencia de origen.
Parejas amigas, de cuyas intimidades se ocupaban con deleite los murmuradores, permanecían en los asientos de la cubierta, sin verse, sin conocerse, volviéndose la espalda, faltos de fuerzas para cambiar una palabra, deseando tranquilidad y olvido. El bienestar animal de la digestión y la atmósfera ardiente rechazaban el amor a segundo término durante unas horas, como algo molesto e intolerable.
Tambien decretó que se tuviesen por escomulgados los que sin ser violentados á comparecer fuesen condenados á muerte, y como á tales se quemaron los cuerpos de algunos que permanecian todavía pendientes en el lugar del suplicio. Este decreto suscitó de parte del obispo Saulo, S. Eulogio y otros muchos sacerdotes, enérgicas impugnaciones que avivaron la fé de los cristianos.
Acercándome a la reja, pude fácilmente distinguir tras ella bultos blancos y negros, entre los cuales algunos desfilaron pausadamente y sin ruido hacia una puerta que se abría en el ángulo del fondo, y otros permanecían inmóviles y de rodillas. Eran las monjas.
Al disminuir el número de viajeros eran más escasos los sillones, y los paseantes podían caminar sin obstáculos. Además, la gente se ocultaba para hacer los preparativos de desembarco. Permanecían las señoras en sus camarotes la mayor parte del día arreglando sus equipajes.
Luego permanecían inmóviles, filtrando el agua por las celdas y corredores de sus tejidos, protegiendo su carne suave con un erizamiento de espículas, agujas calcáreas y picantes, con las que ensartaban é inmovilizaban á los peces, sirviéndolas de alimento sus residuos en putrefacción.
Permanecían inmóviles en el lugar del saludo, hasta que, avisados por el instinto de las miradas curiosas fijas en sus espaldas, iban á sentarse en un diván rinconero, y allí continuaban su conversación. De pronto, el murmullo del público en torno de una mesa la hacía correr á ella con una curiosidad profesional, abandonando momentáneamente á Lubimoff.
Únicamente permanecían abiertas las tiendas donde se hacía tertulia, la de Graells, la de la Morana, y tal cual estanquillo. En el Camarote había mucha luz y gran animación. Pablito, en quien germinaban los rencores de su padre, le dijo a su amigo al pasar frente a la aborrecida tertulia: Piscis, tira una pedrada a esa puerta, y rómpeles los cristales.
Todos los fuertes permanecían silenciosos, mudas las trincheras carlistas, ni una detonación, ni una humareda cruzaban el aire. La nieve cubría el campo con su mortaja blanca bajo el cielo entoldado y plomizo.
Palabra del Dia
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