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Actualizado: 11 de junio de 2025


Con la vista fija en los cartones y un grano de maíz entre los dedos, los tertulianos permanecían silenciosos y atentos, excepto nuestro señorito que á menudo se inclinaba hacia la oreja nacarada de Carmen para decirle algunas palabras.

Difícil, muy difícil sería la descripcion de esas fisonomias toscas y uniformes, de esas figuras que parecian sombras ó fantasmas de un delirio, cuando se movian, ó troncos desnudos de un bosque devorado por las llamas, ennegrecidos y ásperos, si permanecian inmóbiles.

Delante del P. Enrique no osaron interrogar a don Acisclo; pero el Padre se iba siempre a las diez de la tertulia, porque nunca cenaba, y Pepe Güeto y su mujer se quedaban a cenar todas las noches allí. La cena solía durar hasta las once, y además casi siempre permanecían de sobremesa los señores, mientras que cenaban los criados, siendo este el momento de mayor confianza y alegría.

Los demás compañeros, que permanecían a caballo, hablaban entre e indicaban hacia el fondo del valle que a la derecha desciende en forma de hendedura hasta Grinderwald.

Otras veces permanecían juntos y silenciosos, contemplando el mar, teniendo a sus espaldas la mirada irónica de las francesas tendidas en sus sillones o la sonrisa de las coristas alemanas a las que hablaban ellos por la noche, a última hora, murmurando cifras. Yo admiro a esos muchachos dijo Maltrana . ¡Qué visión de la realidad! ¡Qué concepto de la vida y sus necesidades!

Los pechos respiraban con menos fuerza; los cuellos se estiraban para ver mejor sobre el hombro vecino; algunas mujeres permanecían sobre un pie nada más, echando atrás el otro, como bailarinas que se inclinan para tocar el suelo con las manos.

Junto a los tabiques de la cubierta de paseo alineábanse los sillones de los pasajeros, pero con una alineación caprichosa, mostrando en lo alto de los respaldos los nombres de sus dueños escritos en tarjetas. Esta rotulación parecía darles una personalidad, un alma. Permanecían agrupados o solos, tal como los habían dejado sus poseedores el día anterior.

Medio millón de seres vivos agitábanse en las calles, creyendo ser solos en el dominio y la dirección de la existencia, sin acordarse ni conocer a cuatro, seis u ocho millones de semejantes que permanecían invisibles en los inmediatos cementerios.

Después de levantados los manteles, Ulises manejaba las fragatas de su abuelo, aprendiendo la nomenclatura de las diversas partes del aparejo y la maniobra del velamen. Algunas veces permanecían los dos hasta una hora avanzada en el rústico atrio, contemplando el mar luminoso bajo los esplendores de la luna ó con un tenue regleteo de luz sideral en las noches lóbregas.

Atravesado el corazón, Cardoso cayó con estruendo en el suelo sin poder decir ¡Dios me valga! Al ruido abrieron la puerta y entraron en la cámara varios parciales de Cardoso. Allí hubieran vengado su muerte con la de Morsamor, si no hubiera acudido Tiburcio en su socorro con no pocos que permanecían fieles.

Palabra del Dia

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