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Actualizado: 11 de junio de 2025
Unos permanecían inmóviles, presentándole el dorso; otros tenían los ojos bajos y hablaban quedamente, con susurro de misterio. Dos ó tres de ellos cruzaron al fin sus miradas con la del capitán. Tenían en las pupilas un brillo de cólera naciente. Desvanecida la primera sorpresa, parecían dispuestos á levantarse, cayendo sobre el recién llegado.
Las flotas de barcas permanecían en seco, se cerraban los talleres, ya no humeaba la olla, los caballos de la gendarmería cargaban contra la muchedumbre protestante y famélica, la oposición gritaba en las Cámaras y los periódicos hacían responsable de todo al gobierno.
Esta canal hace fácil y poco arriesgada su navegacion á este rio, su entrada y salida casi con todos vientos, sin atender á otra cosa que á las mareas: lo que no sucedia antes, pues era preciso combinar estas con los vientos, y estos debian ser favorables en el único punto de la pleamar, cuya circunstancia eternizaba las embarcaciones, que fondeadas de la parte de adentro iban á entrar, pues no concurriéndoles en aquel punto de la pleamar viento favorable, permanecian fondeadas afuera.
Guiomar y don Íñigo se veían tan sólo a las horas de la comida y de la cena. El anciano, sentado a la cabecera, y su hija, hacia un extremo de la tabla, entre Ramiro y el Capellán, permanecían todo el tiempo sin hablarse. En medio del angustioso mutismo, cualquier rumor, el choque de la platería, las pisadas de un paje, el grito de los buhoneros en la calle, cobraba un eco solemne.
De ello corría peligro, pues cerca de su persona andaban muchos padres de los que le enviaban discípulos sin el lastre de los dos cuartos. Otros labriegos, que habían mostrado gran hostilidad contra la familia, no osaban llegar hasta la barraca y permanecían en el camino, formando corro.
Las dos manos de Febrer estrecharon la diestra de Margalida. ¡Ay! ¿era verdad lo que decía el capitán?... Sus ojos buscaron los de la atlota, que permanecían bajos, mientras la emoción blanqueaba sus mejillas y hacía palpitar las alas de su nariz. Ahora, besaos dijo Valls, empujando suavemente a la muchacha, hacia el enfermo.
Los balcones de la casa permanecían por regla general herméticamente cerrados, pero Manolito, a juzgar por el gracioso contoneo que adoptaba al cruzar por delante, debía de sospechar que unos ojos fijos y enamorados le estaban siempre observando por detrás de las rendijas.
Y arrastró consigo á la Dorotea, que se dejó conducir maquinalmente, bajó por la escalera principal, pasó por junto al escudero y la dueña que permanecían atados, abrió la puerta, salió y la tornó á cerrar. Cuando estuvieron en la calle, el bufón dijo á la Dorotea: Vuélvete á tu casa, y espérame: yo no te puedo acompañar. Pero...
Habíase levantado un sumario contra varios oficiales, a quienes se acusaba nada menos que de traición a la República... Sus nombres permanecían aún reservados... Pues La Mañana del Tandil insinuó vagamente alguno de esos nombres.
Al amparo de los árboles se formaban en hileras las carretillas ocupadas por los heridos. Oficiales y soldados permanecían largas horas en la sombra azul viendo cómo pasaban otros camaradas que podían valerse de sus piernas. La santa gruta resplandecía con el llamear de centenares de cirios.
Palabra del Dia
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