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Actualizado: 25 de julio de 2025


El Chucro silbó, imitando a la perfección el estridente grito de una ave acuática. Al oírlo, la Pepa tiró su anzuelo y corrió a su encuentro como un perro. Peñálvez se sorprendió extraordinariamente de su actitud de esclava. Pues antes, en la vida civilizada de la estancia de don Lucas, había sido la gallega más gruñona y colérica.

¿No lo ves, Rorró? solía decirme al oído la tía Pepa. ¿No lo ves? ¡Esta niña es un ángel! ¡Mira, mira cómo atiende a tu tía!... ¡Qué mimos! ¡Qué paciencia! No sólo Angelina estaba triste; yo lo estaba también. Sólo de recordar que se iba se me oprimía el corazón, se me obscurecía el mundo. ¿Qué haría yo sin ella? ¿Qué sería de sin la palabra consoladora de Angelina?

Y era por la noche, según los dichos de cocina adentro, que elevaba Pepa hasta su señor sus quejas y obtenía el desagravio de las ofensas hechas, que se traducía al día siguiente en tempestad tan violenta, que parecía desplomarse la casa.

Además, ni la madre ni la hija pueden, por su condición de sirvientes, imponerse a los caprichos impetuosos de su amo, que, por otra parte, se las sabe ya de memoria, lo mismo que a usted. Más que con caldos y con drogas, hay que atender a este enfermo con entretenimientos que le distraigan y alegren y le obliguen a ser dócil, hasta por la cortesía. En fin, que he pensado en Mari Pepa.

La buena de mi tía Pepa le relegó al cuarto del baño. ¡Allí está bien! decía, cuando le hacíamos notar la profanación. ¡Allí, allí está bien! ¡A ese maldito viejo debemos todas nuestras desgracias! A eso de las diez comenzaron a llegar los clientes.

Para arreglarse un poco y lavar los ojos no quiso llevarla al tocador del baile: subióla al de la duquesa. Al cabo de unos minutos bajaron ambas. Irenita prometió no dar a conocer su pena. En cuanto Clementina enteró a Pepa de lo que había pasado, se sulfuró de tal modo que tuvo necesidad de contenerla para que no fuese a arañar a su yerno.

"Demasiado sabe usted que no como lengua. Hágame el favor de decir a la cocinera que traiga algún pescado, pero no boquerones como el otro día, y que no fría tanto las tortillas". Ninguno de los dos quería humillarse al otro. Así que, esta tirantez se prolongaba ridículamente, hasta que ella, Pepa, los agarraba por las orejas, les decía cuatro frescas y les obligaba a darse la mano.

Lleva más de un año en relaciones contigo, y todavía se pone colorado como un pavo cuando le miras. Pues eso es precisamente lo que a me gusta. Pepa alzó los hombros con indiferencia. ¿De veras? Para sería una calamidad, hija. Y Arbós, ¿qué tal se porta? Ese es un tonto de capirote, ¿sabes? dijo con la boca llena ; pero al menos tiene fachada.

Elogiaban mucho el traje; pero más aún la figura. Decían que no había ninguna niña en el baile que pudiera competir con la frescura de usted; que tenía usted un cutis como raso, cada día más terso y brillante. ¡Jesús, qué tontería! Esas son payasadas, Emilio. En otro tiempo, no digo.... No, Pepa, no; el cutis de usted es proverbial en Madrid. Ya daría Irene algo por tenerlo como usted.

¿Cómo, Pepa?... ¿Te has olvidado ya de tus hijos y de tu marido?... Ellos te han buscado de día y de noche... Se les ha dicho que has de haber muerto ahogada en el río y te han hecho un funeral... Te han llorado; todavía andan de luto... Pepa, impasible...

Palabra del Dia

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