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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Pero el joven de la faja, que no había dejado de mirarme con extraña atención, sin interrumpir su malagueña silbada, extendió la mano solemnemente, diciendo: No, cabayero, no vaya uté... Yo iré a darle el recao... Uté puee quearse con esta chavaliya, sin perjudicá... «Bronca tenemos», pensé; y, como maldito el deseo que sentía de liarme con un chulo, me hice el tonto.
Así pensé, hasta que ví la respuesta que me dió este Gobernador, cuando le pregunté la estension de los pastos y yerbales de los dos referidos pueblos.
Este, pensando que era una recriminación, se apresuró a contestar: Yo no pensé que tu padre llevase las cosas a tal extremo... Me han dicho que por poco te mata ayer... No haga caso: me pegó algo más que otras veces. Y después de una pausa añadió con amargura: ¡Ojalá me hubiese matado! ¿Quisieras morir? preguntó él conmovido. Sí repuso ella firmemente.
Según mi modo de ver, una mujer que no es algo coqueta no es una mujer. Pues entonces trataré de serlo. Señorita de Lavalle dijo el cura levantándose, pasemos al salón. ¡Bah! pensé, ya está enojado el cura. Sin embargo, no he dicho nada malo. La lluvia había cesado, las nubes se habían dispersado e invité a Pablo a dar un paseo por el jardín.
El viejo yérguese repentinamente en el sillón. ¿A que no adivinas en qué estoy pensando, Mamette? ¡Quizá no habrá almorzado! Y Mamette, trastornada, levantando los ojos al cielo, exclama: ¡Sin almorzar! ¡Santo Dios! Pensé que hablaban todavía de Mauricio, e iba a responder que ese buen muchacho jamás se ponía a la mesa después del mediodía. Pero no, era a mí a quien se referían.
Lavoteándome estaba aún para buscar por este medio una reacción consoladora, cuando entró Facia de puntillas por creerme todavía durmiendo, con el brasero que había sacado del gabinete por la noche, según costumbre, antes de acostarme yo. Viéndome levantado, me dijo que se alegraba, porque tenía que darme una noticia, y no buena. Pensé que se trataba de mi tío, y me alarmé.
Pensé en aquel momento en las dos almas de Cesarina y Susana, llegando a figurarme que habían venido bajo aquel símbolo alado, para recoger la de su madre, precediéndola en el lugar de su descanso eterno. ¡Cómo se explica uno las supersticiones del corazón cuando se encuentra éste emocionado y lejos de la influencia de la razón!
Yo pensé en usted, niña linda, y me dije: «¡Cómo le gustaría á mi patroncita oir cantar á esta marquesa!» La amazona escuchaba haciendo signos afirmativos, como si su curiosidad se excitase al oir este relato. Para aumentar su admiración, fué Sebastiana enumerando todas las personas que habían estado en la fiesta.
Y porque esta verdad que digo, apures, Entra conmigo en mi galera, y mira Cosas con que te asombres y asegures. Yo, aunque pense que todo era mentira, Entré con él en la galera hermosa, Y vi lo que pensar en ello admira. De la quilla á la gavia, ó estraña cosa! Toda de versos era fabricada, Sin que se entremetiese alguna prosa.
Esa es mi duda, mi angustia. ¿A dónde puede haber ido? No conoce á nadie. Encontrándose sola en la calle, ¿dónde estará? Yo creí... francamente, creí que estuviera aquí. ¡Aquí! Yo pensé que usted la había inducido á salir; que había venido en busca de usted, á quien conocía. ¿Y aún cree usted que está aquí? preguntó Bozmediano sonriendo. Ahora... no afirmo nada ... dudo.
Palabra del Dia
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