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Actualizado: 15 de junio de 2025


No hizo mucho alto en ello Flora, pero como se tardase demasiado hubo de inquietarse. Se hallaba ésta solitaria y esclarecida débilmente por un candil que pendía de la campana de la chimenea. Jacinto reposaba sobre uno de los bancos al pie del lar y tenía la cabeza metida entre las manos. ¿Qué te pasa, Jacinto? ¿qué tienes, rapaz? le preguntó acercándose á él sonriente.

¿Y bien? preguntó el capitán inclinado sobre la borda. ¡Está hecho! contestó Tragomer. Por la escala de cuerda que pendía del flanco del navío subieron sobre cubierta, la embarcación fué suspendida, y el yate volvió á tomar la velocidad un punto interrumpida, con la proa hacia alta mar.

Propusoles la gloria que alcanzarian con vencer, y que de los primeros sucesos nacía el miedo, ó la confianza, y que la buena ó mala reputacion pendia de ellos. Mandó que no se personase la vida sino á los niños, porque esto causase más temor en los Bárbaros, y nuestros soldados peleasen sin alguna esperanza d que vencidos pudiesen quedar con vida.

Enfrente de donde nos hallábamos sentados, pendía de la pared un retrato de busto de mi madre, ataviada según la moda del segundo Imperio. A pesar de la luz que por momentos iba apagándose, el retrato se destacaba muy bien, y se acentuaba en su rostro la inefable dulzura que el pintor había sabido reproducir fielmente. No cuánto tiempo permanecimos en silencio.

En cambio requería a menudo la luenga espada que pendía del talabarte, autorizando así la minúscula persona, que no semejaba más que cusibel allegado a senda pértiga.

Después el veneno hacía su efecto y Romeo palidecía, sucumbiendo. Julieta le retuvo con fuerza, como si se acusase de aquella muerte que él se daba por su amor. En seguida arrancó de la cintura de Romeo el puñal que de ella pendía y echando á la aguda hoja una mirada de dichoso alivio, pronunció como un grito de libertad esta frase: "¡Ah! ¡Bendito puñal! ¡Eres mi último recurso!"

Pareciola asimismo que una mano trémula asía una mano suya que pendía descuidada, y que en ella unos labios ardientes posaban un amoroso beso.

Eran hombres que se habían echado el alma á las espaldas, de rostros tostados por el sol y grandes y espesas barbas; sus pantalones, cortos y anchos, estaban sostenidos por un cinturón, que á veces cerraban placas ó hebillas de oro, y del cual pendía siempre un gran cuchillo, y en algunos casos un sable.

Respondan ustedes, señoras, y ustedes también, caballeros. Arduo por demás era el problema y, como no podía menos de esperarse, dividiéronse las opiniones. Los jóvenes, que creían tener sobrado tiempo para morir de desesperación, respondieron que ; los viejos, cuya vida pendía ya de un ataque de gota o de un simple catarro, contestaron que no; las mujeres se limitaron a hacer un gesto de duda.

Sus manos, mientras arreglaban la cruz que pendía sobre su pecho, temblaban ligeramente. ¡Esto es magnífico! comentó entusiasmado, en voz queda, el artesano de los últimos bancos, volviendo a todos lados su rostro, radiante de alegría, sonriente. El acusado, a quien contrariaba el retraso causado por la obstinación de Karaulova, la miraba con desprecio. El tribunal deliberaba.

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