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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Cabra los miraba, y decía: "Coman, que mozos son y me huelgo de ver sus buenas ganas." Mire vuestra merced qué buen aliño para los que bostezaban de hambre. Acabaron de comer, y quedaron unos mendrugos en la mesa y en el plato unos pellejos y unos huesos, y dijo el pupilero: "Quede esto para los criados, que también han de comer; no lo queramos todo."
Parece que se va a concluir el mundo. Yo también valgo más que cualquier chiquilla. Compara, compara este pecho y esta mata de pelo con aquellos pellejos colganderos y aquella cabeza llena de añadidos. ¡Buena diferencia va de mujer a mujer! Pues para ti soy. Veremos cómo te las compones en tu casa... porque has de venir a verme casi todos los días.
Primero se puso a cambiar, y luego a vender churros, pues tenía tino de comercianta; pero nada le valió su buena voluntad, porque hubo de cogerla de su cuenta la Diega, que en pocos días la enseñó a embriagarse, y otras cosas peores. A los tres meses, Pedra no era conocida. La enflaquecieron, dejándola en los puros pellejos, y su aliento apestaba.
Se quedó adormecida, y medio soñando, medio imaginando voluntariamente, sentía que una criatura deforme, ridícula, un vejete arrugadillo, que parecía un niño Jesús, lleno de pellejos flojos, con pelusa de melocotón invernizo, se la desprendía de las entrañas, iba cayendo poco a poco en un abismo de una niebla húmeda, brumosa, y se despedía haciendo muecas, diciendo adiós con una mano, que era lo único hermoso que tenía; una mano de nácar, torneadita, una monada.... Y ella le cogía aquella mano, y le daba un beso en ella; y decía, decía a la mano que se agarraba a las suyas: «Adiós... adiós...; no puede ser... no puede ser...; no sirvo yo para eso.
Almudena metía mano por entre las ropas negras, cuyos pliegues, revueltos con los del mantón, formaban un lío inextricable, y acompañando su registro de exclamaciones furibundas, exploró también el fláccido busto, como si amasara pellejos con trapos. Tan nervioso estaba el hombre, que descubría lo que debe estar cubierto, y tapaba lo que gusta de ver la luz del día.
Y en honor de la verdad, aquellos destinos del orbe entero, que encerraba Napoleón en el pliegue vertical de su frente, podían quedar entre las cejas del marqués perfectamente arropados, como entre dos pellejos de conejo.
Paró en un mesón de los arrabales, y llegada la noche, acostose sobre una manta, entre pellejos de vino. Las voces de algunos hombres que se hallaban en la misma cuadra no le dejaban dormir. Un clérigo anciano y un labrador se hacían las primeras preguntas: ¿Y adónde camina vuestra merced?, ¿puede saberse? Gustoso. Voy camino de la corte, para pasar después a Toledo.
Por ausencia de Martinán estaba una noche Quino ayudando á Eladia en el despacho. Detrás del mostrador desatando los pellejos de vino y escanciando y cobrando semejaba ya el asociado afortunado del afortunado Martinán. La taberna estaba llena de paisanos y mineros.
Entre ellos sobresalía el tío Gorico, maestro pellejero, hábil fabricador de corambres y notabilísimo en el difícil arte de echar botanas á los pellejos rotos. Este había sido el muchacho más diabólico del lugar después de D. Fadrique, y su teniente cuando las pendencias, pedreas y demás hazañas contra el bando de D. Casimiro.
El vinoso vapor de los pellejos, el tufo que llegaba del establo y el continuo lanceteo de las pulgas taberniles agravaron su estado de angustia, figurándosele una viva parábola de su envilecimiento. Sentíase humillado y contrito ante Dios; pero su orgullo se exaltaba con agresiva arrogancia al pensar en los hombres.
Palabra del Dia
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