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Actualizado: 21 de julio de 2025
Vamos, no vale hablarse al oído dijo doña Paula con la susceptibilidad vidriosa que caracteriza a las mujeres del pueblo. Déjelos usted, señora replicó Nieves. Están hablando de mí: no hay que quitarles el gusto. Cierto; Pablo me hacía notar el color rojo de ciertos labios, la transparencia de cierto cutis, un pelo dorado a fuego...
Apenas hubo dicho esto Sancho, cuando don Quijote tembló, creyendo sin duda alguna que había de decir alguna necedad. Miróle Sancho y entendióle, y dijo: -No tema vuesa merced, señor mío, que yo me desmande, ni que diga cosa que no venga muy a pelo, que no se me han olvidado los consejos que poco ha vuesa merced me dio sobre el hablar mucho o poco, o bien o mal.
18 Hijo de hombre, Nabucodonosor rey de Babilonia hizo a su ejército prestar grande servicio contra Tiro. Toda cabeza se encalveció, y se peló todo hombro; y ni para él ni para su ejército hubo paga de Tiro, por el servicio que prestó contra ella.
El no necesitaba probar su coraje. Si vivía era de milagro, gracias a celestiales intervenciones, a que Dios es bueno, y a las oraciones de su madre y la pobrecita de su mujer. Había visto la cara seca de la Muerte como pocos la ven, y sabía mejor que nadie lo que vale el vivir. ¡Si creéis que vais a tomame er pelo! decía mentalmente mientras contemplaba a la muchedumbre.
Con la confianza que da el vivir bajo un mismo techo, y la que presta todo viajero, me acerqué á la mestiza, sirviéndome de introductor su pasado mareo. Hablamos de varias cosas, indiferentes al principio, acentuadas después, é intencionadas más tarde. Enriqueta tenía suelto su rizado y hermoso pelo, este arrancó de mis labios la primera palabra del arriesgado lenguaje de las personalidades.
Hasta hace dos meses no me atreví á decirle que la quería sino con los ojos; ya lo habrán ustedes notado. El viernes pasado me dió un rizo de pelo. Pensé que me volvía loco de alegría... Fué la tarde en que les pagué á ustedes la merienda y unas cuantas botellas de amontillado... ¡Mentira! ¡mentira! gritaron todos á un tiempo. ¡No has pagado nada!
Y fue verdad que hubo gente nueva en el baile, y bastante, y de muy buen porte; y también se confirmaron las sospechas de la hija mayor del magistrado cesante: allí se le apareció de golpe su novio, tal como ella le había descrito, con la barba y el pelo rubios y recortados, alegre y cariñoso, a juzgar por las muestras del momento.
Al mismo tiempo que el sacristán, con su manojo de llaves y su sotana manchada de cera, salió a cerrar la puerta del templo, salieron también dos señoras: una, modestamente vestida de negro, canoso el pelo, rugoso el rostro, con aspecto de dueña modernizada, mitones de encaje y zapatos de rusel; la segunda, elegantísimamente puesta y en extremo sencilla, sin adornos ni joyas. Eran Paz y su aya.
Feli sentía curiosidad por conocer un matrimonio entre gitanos. Había oído cosas estupendas. Cogemos un cántaro dijo riendo una compañera de la Teodora , lo echamos por alto, se rompe, y ya están casados. ¡Gaya, malage!... exclamó la vieja . No le tomes er pelo a la señorita.
Ambos jadeaban: su dificultosa respiración parecía el resuello de un accidentado; las triples roscas de la papada y el rollo del pestorejo aureolaban con formidable nimbo de carne las faces moradas de puro inyectadas de sangre espesa; y cuando se volvían de espaldas, en el mismo sitio en que el Arcipreste lucía la tonsura ostentaba su hermana un moñito de pelo gris, análogo al que gastan los toreros.
Palabra del Dia
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