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Actualizado: 21 de junio de 2025
Siempre le quedaba en el fondo del corazón un sentimiento de despecho contra aquellas relaciones que no le traían ninguna viva emoción, ni siquiera nuevos placeres. La de ahora ofrecía una originalidad que la encantaba. Su amante era un niño a quien casi doblaba la edad. Había comenzado a adorarla por el parecido que la hallaba con su madre.
Era el hijo de D. Baldomero muy bien parecido y además muy simpático, de estos hombres que se recomiendan con su figura antes de cautivar con su trato, de estos que en una hora de conversación ganan más amigos que otros repartiendo favores positivos.
Se detuvo, y aproximándose otra vez a mí murmuró dulcemente: ¡Vuelve pronto, Rodolfo! Su voz, su acento, me dominaron. ¡Juro exclame, verte una vez más, pero yo mismo, antes de morir! ¿Tú mismo? ¿Qué quieres decir? preguntó fijando en mi sus asombrados ojos. No me atreví a pedirle perdón; le hubiera parecido un insulto. No podía decirle entonces quién era yo.
Era don Mariano Vázquez que llamaba a la puerta de calle. Don Mariano, un cuarentón bien parecido y mejor conservado, se presentó como amable hombre de mundo. Manifestose alegre y decidor. Si tuvo una novia inconstante en otro tiempo, esa novia parecía ya harto olvidada. Dio durante la comida alguna broma a Adolfo, con una «elegante señorita» que había visto en la ventana de una casa vecina.
¿Para qué, madre mía? dijo vivamente la señorita Margarita, que hasta entonces no había parecido prestar atención alguna al incidente. Pero, hija mía, no puede ser que esa niña no comprenda bien todo el placer que yo tendría y que debe tener ella en correr con los pies desnudos sobre el polvo, y creo conveniente por lo que pueda suceder, dejarle un pequeño recuerdo.
Acaso se arguya que en Sarrió las monjas Agustinas también fabricaban dulces; pero debemos advertir que esta fabricación estaba limitada exclusivamente al rallado de ciruela, membrillo, pera y albaricoque, alguna que otra tarta de almendra y borraja, y un dulce especialísimo parecido a las escamas de los peces llamado flor de azahar. No hay que dudarlo; en Sarrió había pocos golosos.
Llegóse el Tiniente, que era curioso, y escuchó un rato, y por no ir contra su gravedad, no escuchó el romance hasta la fin; y habiéndole parecido por todo extremo bien la Gitanilla, mando a un paje suyo dijese a la gitana vieja que al anochecer fuese a su casa con las gitanillas; que quería que las oyese dona Clara su mujer. Hizolo así el paje, y la vieja dijo que sí iria.
Cuando regresamos del viaje, no volvió a pedirme el libro, y el otro día, que le habló yo misma de éste, me contestó que no quería leer mi diario. La razón que me dio no me pareció buena: decía que lo que yo había confiado al papel no debía estar muy claro. La verdad es que seguía teniendo miedo de descubrir que no me había parecido bastante joven, que me había agradado poco.
Riose también Jacinta; pero su corazón sintió como un repentino golpe, y se le nublaron los ojos. Con la risa del gracioso chiquillo resurgía de un modo extraordinario el parecido que la dama creía encontrar en él.
D. Pantaleón sacó otro compás, parecido al cartabón de los zapateros, y con las manos trémulas le dobló el dedo medio y se lo midió. Mientras tanto Moreno inclinaba su rostro pálido haciendo esfuerzos para averiguar el número de milímetros. Cuando Sánchez lo leyó en voz alta, dio un salto y emprendió una carrera vertiginosa al través de los campos.
Palabra del Dia
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