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Actualizado: 2 de junio de 2025


Bien tristemente doy principio a este nuevo libro; mi corazón está destilando sangre por el cruel estado de mi pobre Susana; parecíame que había una pequeña tregua de algunos días, creía que la enfermedad se había detenido en sus progresos; pero ayer, mi desolación llegó a su colmo, al fijarme en la debilidad, en la flaqueza y descomposición de aquella figura, ahora terriblemente transformada hasta el horror... ¡Hija de mi alma! ¡a pesar de todo, se la ve tan dulce, tan tranquila y esperanzada!

Parecíame que habiéndome abandonado aquel que actuaba en , ya no me quedaba ningún auxiliar para encargarse de una vida que en lo sucesivo iba a abandonarme en el vacío de la ociosidad. La idea de volverme a mi casa no me pasó siquiera por la mente y el pensamiento de irme a hojear libros me hubiera puesto enfermo de asco.

Pero permítame quedarme aquí una hora más. Y se sentó a mi mesa para preparar un trabajo que debía quedar terminado aquella mañana misma. No advertí cuándo salió de mi cuarto. Desapareció con tanto silencio que al despertarme parecíame haber soñado toda una historia austera y conmovedora cuya moraleja se dirigía a . Aquella misma mañana volvió.

El contacto de aquella preciosa mano, que estrechaba dulcemente la mía con una noble confianza, como se estrecha la mano de un protector a quien se ama, me causaba una impresión que en vano querría explicar: parecíame que aquella mano me transmitía otra vida más pura, más fácil; me embriagaba en un goce lánguido y tranquilo...

No siga usted. ¡Virgen del Carmen! Está usted muy dañada. Parecíame a prosiguió la penitente sin poder contener la efusión de su sinceridad , que aquel hombre me pertenecía a y que yo no pertenecía al otro... que mi boda era un engaño, una ilusión, como lo que sacan en los teatros. Calle, cállese por Dios...

¡Para olés estaba yo! A medida que se acercaba el momento de la conferencia con Paca parecíame más grave y decisivo.

Es preciso que te acostumbres a creer que hay además de ti, otros hombres en el mundo, y que las muchachas tienen ojos para ver y oídos para escuchar. Con estas palabras que encerraban profunda verdad, la condesa me estaba matando. Parecíame que mi alma era una hermosa tela, y que ella con sus finas tijeras me la estaba cortando en pedacitos para arrojarla al viento. Pues .

Allí se ostentan el tomillo y el sérpol, la mejorana amorosa, y la salvia bendecida de nuestros padres por sus grandes virtudes. La menta que sabe á pimienta y, sobre todo, la clavellina silvestre, exhalan los finos perfumes de las especias de Oriente. Parecíame que, en medio de aquellas landas, el canto de las aves tenía más armonía que en parte alguna.

Gran hombre; pero yo pensaba: 'No te valen tus filosofías; en buena te has metido, y ya verás la que te tenemos armada'. Habló después Castelar. ¡Qué discursazo!, ¡qué valor de hombre!, ¡cómo se crecía! Parecíame que tocaba al techo. Cuando concluyó: 'A votar, a votar...». Jacinta volvió a salir sin decir nada.

Vista desde la llanura, la montaña es de forma muy sencilla; es un cono dentado que se alza entre otros relieves de altura desigual, sobre un muro azul, á rayas blancas y sonrosadas y limita una parte del horizonte. Parecíame ver desde lejos una sierra monstruosa, con dientes caprichosamente recortados; uno de esos dientes es la montaña á donde he ido á parar.

Palabra del Dia

lanterna

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