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Actualizado: 9 de junio de 2025
Teneyro... ¡Qué par! Si querrá también hablar... Dígame usted otra cosa, ¿quién es ese señor <i>Preopinante</i> de quien todos hablan tan mal? El <i>Preopinante</i> es el que ha hablado antes. Dígame usted. Y cuando tengamos rey, ¿Su Majestad vendrá también a predicar aquí? No lo creo. ¿Y en qué consiste eso que dicen de que con Cortes hay libertad?
Diciendo Liropeya estas razones, El bravo Yanduballo muy modesto Soltó la lanza, y hace las acciones, Y á Caraballo ruega baje presto. El mozo conoció las ocasiones, Y muévele tambien el bello gesto De Liropeya, y baja del caballo, Y siéntase á la par de Yanduballo.
Ya está sorbido el carel... ¡Hola, hola! garranchitos a mí por la proa, ¿eh? Toma ese hachazo por el medio... y ese par de rociones para duchas... ¡Carape con la recalcada!... Una tabla... Esto ya es andar... y embarcar agua también... Pues otro poquito más de caña ahora... para probar... ¡nada más que para probar!... Ya está la segunda. Vaya usted contando, Nieves: dos tablas...
Allí se estuvo, sentado en cuclillas, aspirando los vahos olorosos del sahumerio, y fumando pipa tras pipa, hasta que llegó la hora, y lo primerito que vio fue un par de perros, más grandes que el cameio, brancos, con ojos de fuego.
El guarda, habiendo visto desde lejos llegar al doctor, abrió la puerta de par en par. Pomerantzev entró el primero, con paso solemne, la cabeza orgullosamente echada atrás y tamborileando. Los otros dos le seguían. En el umbral de la puerta, Petrov dirigió una mirada atrás, y su rostro expresó un miedo horrible. A media noche se levantó un viento muy fuerte.
El cura no sabía cómo concluir; pero miraba a la puerta, que había quedado de par en par. Como su mujer dormía a tales horas, Bonifacio no tuvo inconveniente en levantarse y cerrar la puerta de la estancia, pues no siendo Emma, nadie se atrevería a pedirle cuenta de aquellos tapujos.
En entrando en los lugares do habían de presentar la bula, primero presentaba a los clérigos o curas algunas cosillas, no tampoco de mucho valor ni substancia: una lechuga murciana, si era por el tiempo, un par de limas o naranjas, un melocotón, un par de duraznos, cada sendas peras verdiniales.
Descendía, pues, Yégof por la calle sin detenerse en ninguna parte, y Luisa, muy inquieta, viendo que el loco miraba hacia su casita, dijo: Papá Juan Claudio, me parece que Yégof viene a nuestra casa. Es muy posible respondió Hullin ; el pobre diablo no dejará de necesitar un par de zuecos claveteados con el frío que hace; y si me lo pide, a fe mía que me costará gran trabajo negárselo.
José se encargará de despistarlos. Pero... ¡Basta ya! rugió Sarto, dando una patada en el suelo. ¡Por vida de! ¿No sé yo lo que arriesgamos? Si lo descubren no se verá en peor predicamento que si no lo coronan hoy en Estrelsau. Hablando así abrió la puerta de par en par e inclinándose asió y levantó en sus brazos el cuerpo del Rey, dando prueba de un vigor que yo estaba lejos de suponerle.
Y son el cieno el alcalde o cacique y su hijo Lucas, par de encarnados demonios que todo lo añascan. Si no fuera por ellos, aquel lugar sería un Paraíso.
Palabra del Dia
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