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Actualizado: 1 de julio de 2025
En entrando en los lugares do habían de presentar la bula, primero presentaba a los clérigos o curas algunas cosillas, no tampoco de mucho valor ni substancia: una lechuga murciana, si era por el tiempo, un par de limas o naranjas, un melocotón, un par de duraznos, cada sendas peras verdiniales.
¿Qué te mezclas tú? ¡Canalla! ¡Miserable! gritó Ugarte. Y, en su furor, sacó una de las limas de las sacadas del pontón, que aun llevaba, e hirió al irlandés en la mejilla. Este, de pronto, se levantó, cogió el banco en donde estaba sentado, lo alzó en el aire y le dio a Ugarte tal golpe en la cabeza, que lo dejó muerto.
Se oía entre las conversaciones de la calle el rumor de los árboles de los patios y el ruido de las limas y el martillo. ¡De toda aquella grandeza apenas quedan en el museo unos cuantos vasos de oro, unas piedras como yugo, de obsidiana pulida, y uno que otro anillo labrado! Tenochtitlán no existe. No existe Tulán, la ciudad de la gran feria. No existe Texcoco, el pueblo de los palacios.
Dicho esto, convidó á los extrangeros á entrar en su casa; y sus dos hijas y dos hijos les presentáron muchas especies de sorbetes que ellos propios fabricaban, kaimak guarnecido de cáscaras de azamboa confitadas, naranjas, limones, limas, pinas, alfónsigos, y café de Moka, que no estaba mezclado con los malos cafées de Batavia y las islas de América; y luego las dos hijas del buen musulman sahumáron las barbas de Candido, Panglós y Martin.
Ugarte se fué con decisión a una de las aristas del chaflán de popa, y clavó con fuerza una de las limas en la juntura; probó si le sostenía, se inclinó y clavó otra más abajo. Desde allí ganó la barandilla de la segunda galería. Le seguimos, y agarrándonos a las dos limas pudimos bajar los tres al segundo balcón. Arrancamos la lima colocada más abajo.
Allá está dijo, y echó a correr. Ugarte y yo le seguimos. El bote estaba atado con una cadena. Nos quedaban dos limas, y comenzamos a limar el hierro. Tardábamos mucho, ligarte, siempre impaciente, bnscó una piedra, vino con ella, y dio tal golpe en el candado, que lo hizo saltar. Estuvo a punto de romper el bote; pero él no calculaba nada. Había dos remos.
Por mediación de nuestra masonería nos trajeron unas limas, una sierra, una brújula de bolsillo y manojos de cáñamo para hacer cuerda. Dormíamos todos en hamacas. Era en invierno, y quedamos los tres convenidos en permanecer con la cabeza tapada, como si tuviéramos frío.
Palabra del Dia
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