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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Y escapándose con ligereza subió media docena de escaleras que tenía la buharda y abrió de par en par la ventana. Una ola de luz viva, intensa y consoladora invadió súbitamente todo el desván y deslumbró a nuestro joven. ¡Aquí está, aquí está el Menino! gritó Marta desde arriba con entusiasmo . ¡Está muy cerca!... ¡Menino! ¡Menino!... ¡Ven acá, tonto!... ¡Toma, toma!... ¿No me conoces?...
Al volverse el posadero hacia ella, el singular recuerdo dramático centelleó claramente ante mí en un par de versos: Dos almas con un solo pensamiento y palpitando acorde el corazón... Se trataba de Ingomar y Partenia, su mujer. Ni más ni menos.
De su encanto, que ninguna sombra empaña tendrá valor y nobleza, porque al cantar tu grandeza también canto la de España. Pobre bardo, hoy a tus pies vengo a ofrecer mis cantares. Rica perla de dos mares, si humilde mi ofrenda es, tú ya ves que con profunda emoción, de tu cariño al encanto, también, al par de mi canto, te ofrezco mi corazón.
-Par Dios, señor -replicó Sancho-, ya yo los he tocado; y este diablo que aquí anda tan solícito es rollizo de carnes, y tiene otra propiedad muy diferente de la que yo he oído decir que tienen los demonios; porque, según se dice, todos huelen a piedra azufre y a otros malos olores; pero éste huele a ámbar de media legua.
El orígen de Brusélas data del fin del siglo VI, muy humilde por cierto, pero su verdadera importancia no comenzó sino en el XII. Rodeada en otro tiempo par murallas y fortificaciones, el espíritu moderno las ha demolido para reemplazarlas con una cintura de boulevards ó magníficas calles de alamedas, estaciones de ferrocarriles, jardines públicos y privados, elegantes casas de campo, fábricas y arrabales considerables.
El toque de plegarias, al par que avisa á los vivos recen por el alma de un muerto, convoca con su lúgubre tañir á todos los que fueron sus parientes.
Sonaron dos estampidos; batió la bestia el aire con los brazos que aún no había tenido tiempo de bajar; abrió la boca descomunal, lanzando otro bramido más tremendo que el primero; dio un par de vueltas sobre las patas, como cuando bailan en las plazas los esclavos de su especie, y cayó redonda en mitad de la cueva con la cabeza hacia mí.
Cada día que pasa me acuerdo más de Canzana. ¡Qué vida tan descansada llevaba ahí, madre! ¡Cómo me gustaba amasar con usted el pan ó la borona! ¡Cómo me gustaba ir al río á lavar la ropa y sallar con mis amigas el maíz y por la noche hilar al par del fuego! Pero de estas cosas no se puede hablar aquí.
Ahora que, por desgracia, no tenía quien le sujetase, acatarrado y todo salía. Para los catarros, no hay nada como el aire libre del mar. Cuando de tarde en tarde se resentía del estómago, bebía un par de vasos de salmuera, y quedaba arreglado. No hay purga tan natural, tan eficaz e inofensiva como el agua del mar. En cierta ocasión adoleció de una pierna.
Y tan afligida como su amiga, estrechaba entre las dos suyas una de sus manos, mientras la de Butrón, sin quitarse el pañuelo del rostro, cual si la vergüenza, al par que las lágrimas, la ahogaran, tartamudeaba: Pepe..., el pobre..., es tan violento...
Palabra del Dia
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