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Y no lo digo por la abundancia de fundaciones, ni por la suntuosidad de las fiestas, ni porque los ricos dejasen su fortuna a los conventos, empobreciendo con ello a sus legítimos herederos, ni porque, como lo pensaban los conquistadores, todo crimen e inmundicia que hubiera sobre la conciencia se lavaba dejando en el trance del morir, un buen legado para misas, sino porque la Iglesia había dado en la flor de tomar cartas en todo y para todo, y por un quítate allá esas pajas le endilgaba al prójimo una excomunión mayor que lo volvía tarumba.

Y con aquello algún tanto consolado, tornando a cerrar, me volví a mis pajas, en las cuales reposé y dormí un poco, lo cual yo hacía mal, y echábalo al no comer; y ansí sería, porque cierto en aquel tiempo no me debían de quitar el sueño los cuidados del rey de Francia.

Un gato empuja la puerta y llega sigiloso hasta la cama de la muerta, donde comienza a maullar tristemente, con largos intervalos. Tras el gato entra Benita la Costurera. ¡Doña Monchiña, ni agua caliente había! Tuve que encender unas pajas... Parece talmente que entraron aquí los facciosos.

Levantóse muy paso con su garrote en la mano, y al tiento y sonido de la culebra se llegó a con mucha quietud, por no ser sentido de la culebra. Y como cerca se vio, pensó que allí en las pajas, donde yo estaba echado, al calor mío se había venido.

En la Edad Media, por ejemplo, ya en una encrucijada, ya en abierto palenque, topaba un caballero andante con otro, y para probar la bizarría respectiva o para hacer confesar al contrario, que su dama era la más hermosa, o por quítame allá esas pajas, se arremetían ambos con furia y se daban de lanzadas.

En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don Quijote que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador della.

Volved la vista, señores, a Paracelso, Helmoncio y Agrícola, y ¿qué hallaréis, señores?...». Isidora vio un araña que se descolgaba de un hilo, un pájaro que llevaba pajas en el pico, una pareja de mariposas blancas que paseaban por la atmósfera con esa elegante desenvoltura que tanto ha dado que hablar en poesía, y sobre estos accidentes y otros dijo cosas que hicieron reír a Miquis.

Yo le prometo no ser prolijo ni enojoso. Iré al grano. No crea usted que nada de lo que digo es a humo de pajas. Todo se necesita para que V. se entere. Vamos, siga V., y le repito que perdone mi interrupción. Pues, como iba diciendo prosiguió D. Gregorio , mi esposa es ahora una matronaza fresca y guapetona todavía, si bien los años no pasan en balde. Cinco hijos me ha dado como cinco soles.

En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles.

D.ª Filomena es prima hermana del gobernador de Madrid, y por ahí viene la cosa... ¿Y qué diremos del señor obispo que, sabiendo los servicios que usted ha prestado a la religión en este pueblo, se presta a servir de juguete a una vieja verde? ¡Qué indignidad! ¿No le dije bien a tiempo que no se durmiera en las pajas?... ¡Ah, qué infamia tan grande! ¡Qué infamia! ¡Qué reteinfamia!