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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Nada más curioso que ver el aspecto de avidez del auditorio femenino por poco que se trate de un predicador desconocido. Desde el cuarto salmo, los ojos empiezan a errar desde la gran nave hasta los lados de la iglesia, con el ánimo de no dejar de ver la subida al púlpito.

El Magistral, que ahora estaba rojo, y tenía los pómulos como brasas, se acercó a la Regenta, le oprimió las manos y dijo ronco, estrangulado por la pasión: ¡Ana, Ana!... Sin falta esta tarde.... Y ahora a la catedral... junto al altar de la Concepción... en frente del púlpito.... Hasta la tarde; pero vaya usted tranquilo... casi todo lo que tenía que decir... está dicho....

Mimbar quiere decir lo mismo que púlpito, en el cual se colocaba para ser bien visto y oido de todos el Imam ó el Alfaquí que dirigia las oraciones, y el Khatib que hacia el sermon.

¡Si yo no ! ¡si yo no ! gritaba el Obispo desesperado, temiendo por la vida del angelillo. ¡, , que eres santo! replicaba la madre con alaridos. ¡El cauterio! ¡el cauterio! pero yo no ... ¡Un milagro! ¡un milagro!... repetía la madre. La vida de Fortunato la ocupaban cuatro grandes cuidados: el culto de la Virgen, los pobres, el púlpito y el confesonario.

Y pues es tanto perjuicio del prójimo, te suplico yo, Señor, no lo disimules, mas luego muestra aquí milagro, y sea desta manera: que si es verdad lo que aquél dice y que traigo maldad y falsedad, este púlpito se hunda conmigo y meta siete estados debajo de tierra, do él ni yo jamás parezcamos.

Calló Isidro, como si ya no encontrase nada qué contar; pero luego añadió sonriente: Y todavía hay alguien que vive más arriba de esta montaña de pisos: el muecín del buque, el vigía o serviola que va de noche en lo que llaman el «nido». El tal nido es esa especie de púlpito de acero en el que sólo cabe una persona y que está adosado al palo trinquete.

Pero Grano de Sal ya no le escuchaba, porque el cura había descendido del púlpito para dirigirse al cementerio donde reposaba Kernok; pronto llegaron ante la tumba. El rostro de Grano de Sal se había vuelto severo y sombrío, tenía la gorra entre sus manos, y Durand le apretaba el brazo mientras se enjugaba los ojos.

El Arcediano, en la escalera del púlpito esperaba con los brazos cruzados sobre la panza; cerca de él y haciendo guardia estaban dos acólitos con los ciriales; uno era Celedonio. «¡Secuentia Sancti Evangelii secundum Lucaaam!»... cantó Ripamilán, muerto de sueño y aprovechándose del canto llano para bostezar en la última nota.

Por último, y cuando ya Ripamilán asomaba la cabecita vivaracha sobre el antepecho del otro púlpito para cantar el Evangelio, el organista la emprendió con la mandilona: Ahora que estarás contentón mandilón, mandilón, mandilón. Los carlistas y liberales que llenaban el crucero celebraron la gracia, hubo cuchicheos, risas comprimidas y en esto vio la Regenta un signo de paz universal.

Navarro, al verle salir, dio un gran suspiro. ¿Era porque su conciencia estaba aún algo turbada o por desconsuelo de que sus amigos guerrearan mientras él se moría? Dejemos a Zorraquín subiendo a su caballo, cosa para él bien distinta de subir al púlpito. La tropa carlista salía de Elizondo.

Palabra del Dia

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