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Actualizado: 29 de julio de 2025
Y el anarquista contestaba afirmativamente, contento de servir en cierto modo de entretenimiento a aquel paria del arte, que veía en él su único auditorio y le agasajaba para retenerlo. Mientras duraban los oficios divinos, Gabriel paseaba solo por el claustro. Todos los hombres estaban en la catedral, excepto el zapatero que enseñaba los gigantones.
Pasé el camino de Toledo a Sevilla prósperamente, porque como yo tenía ya mis principios de fullero y llevaba dados cargados con nueva pasta de mayor y de menor, y tenía la mano derecha encubridora de un lado -pues preñada de cuatro paría tres-, llevaba gran provisión de cartones de lo ancho y de lo largo para hacer garrotes de morros y ballestilla, y así, no se me escapaba dinero.
Pasó aquel día y pasaron muchos sin que doña Manuela dijese una palabra sobre el noviazgo de su hijo. Este silencio entristecía a Juanito en ciertos momentos. Veía una vez más hasta dónde llegaba el afecto de aquella madre a la que idolatraba. Era un paria, un advenedizo de procedencia inferior que el azar había introducido en la familia.
Mira allí prosiguió el Cojuelo cómo se está quejando de la orina un letrado, tan ancho de barba y tan espeso, que parece que saca un delfín la cola por las almohadas. Allí está pariendo doña Fáfula , y don Toribio su indigno consorte, como si fuera suyo lo que paría, muy oficioso y lastimado; y está el dueño de la obra a pierna suelta en esotro barrio, roncando y descuidado del suceso.
Despachó directamente para la Española, desde Canarias, tres de los navíos, mandados por Pedro de Arana, hermano de doña Beatriz Enríquez, Alonso Sánchez de Carvajal y Juan Antonio Colombo, su pariente. Con una nao y dos carabelas hizo el descubrimiento del Continente en Paria y bocas del Orinoco, siéndole de gran servicio durante la enfermedad que padeció el capitán Pedro Terreros.
Ningún dramaturgo había llegado á la gloria antes que él; cuando iba por los «boulevards», el público se detenía paria verle pasar; los autores le espiaban, le imitaban; diariamente la Prensa hablaba de él; hasta los mueblistas y los sastres explotaron la popularidad sin fronteras del poeta: hubo «sillones Rostand», «chalecos Rostand», corbatas y cuellos «á lo Rostand». Aquel nombre glorioso, repetido por millones de labios, volaba por los hilos del telégrafo de un continente á otro y llenaba el mundo: hasta las estrellas parecían saberlo.
Porque la certidumbre de mis veinticinco duros mensuales y mi gesto encogido de encanijado, me excluían para siempre de aquellas alegrías sociales, y venía entonces a herir mi pecho, como flecha que se clava en un tronco y queda mucho tiempo vibrando. Aun así, yo nunca llegué a considerarme un paria.
Yo era la señora por delante de la Iglesia, ella por detrás, y lo más particular es que yo no le tenía tirria, sino lástima, porque yo paría un chiquillo todos los años, y ella... ni esto... A la noche siguiente volvía a soñar lo mismo, y por el día a pensarlo. ¡Vaya unas papas! ¿Qué me importa que la Jacinta beba los vientos por tener un chiquillo sin poderlo conseguir, mientras que yo?...
Laridel se alzó de hombros, con la indiferencia de quien sabe que todo está perdido: se debía la luz eléctrica; los tramoyistas no habían cobrado sus jornales; á los artistas se les adeudaba cerca de dos meses... No importa dijo Bissón, yo me comprometo á conjurar esos obstáculos durante dos ó tres semanas, lo suficiente paria que mi obra se ensaye y se estrene.
En la costa de Venezuela, al notar en el Océano la gran extensión de agua dulce de la desembocadura del Orinoco, declaraba este río «uno de los cuatro que bañan el Paraíso terrenal». Y para dar emplazamiento al Paraíso, que, según sus autores favoritos, está situado en la cumbre de una gran montaña, escribía a los Reyes Católicos afirmando que «el mundo no es redondo en la forma que dicen los antiguos, sino en la forma de una pera, que es toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que es lo más alto; o como quien tiene una pelota muy redonda y encima de ella coloca una teta de mujer, y esta parte del pezón es la más alta y más propincua al cielo». El pezón del mundo estaba en la costa de Paria, cerca del Orinoco, y en esta altura inaccesible vivían Elías y Enoch esperando el Juicio final.
Palabra del Dia
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