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¿Quiere llamarlo, para que Yolanda se despida de él? Vuelvo a la sala del juego. Oye, suegro. Doce... diez y seis... veintisiete... treinta y uno... Suegro... ¡Treinta y tres!... ¿Qué quieres? Queríamos despedirnos... Buen viaje. Que sean felices. ¡Treinta y seis! ¿No quieres que Yolanda?...
Oye hablar de Dios, sonrisita; oye hablar de reyes, sonrisita; oye, en fin, hablar de todo lo corriente en los pueblos regidos por leyes, usos y costumbres a que estamos avezados usted y yo, sonrisita.
Vive, pues, el pobre enamorado cavilando en los misterios que guardan aquellas paredes, y envidiando á la criada de Amparo, sólo porque oye hablar, porque ve comer, porque ve dormir, porque conoce al dedillo, en suma, á la esfinge de su existencia.
35 Pilato respondió: ¿Soy yo judío? Tu nación, y los sumo sacerdotes, te han entregado a mí; ¿qué has hecho? 37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego Rey eres tú? Respondió Jesús: Tú dices que YO SOY Rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la Verdad. Todo aquel que es de la Verdad, oye mi voz.
Adivina lo que puede ser; indecisa, no acierta a qué parte correr primero: en esto oye un profundo gemido, y cree ¡oh dolor! ser el acento de su amante.
La desdichada se empeña con toda la energía de su alma en dominar su inclinación, declarando á Don Alvaro, con fingida frialdad, que se casó con su esposo por deber y por amor. Durante esta entrevista se oye un cañonazo: es la señal que anuncia la partida de Don Juan; Serafina se apresura á acompañarlo á su patria, y Don Alvaro se queda en Gaeta sin esperanza.
La mísera engañada tiene noticia de su deslealtad, y acude corriendo á detener al culpable; pero llega tarde al puerto, en el momento en que el buque leva el áncora, y sólo oye á lo lejos las voces de su hijo que la ve y quiere volver con ella.
César de Colonna, enamorado ciegamente de la bella Margarita, y ya en vísperas de casarse con ella, oye de sus labios la confesión, de que no puede amarlo, aunque lo juzgue digno de ella, bajo todos aspectos, y que sólo ha dado su consentimiento á ese enlace en consideración á los deseos de sus padres.
El enfermo dijo a su tía que si iba Olmedo a buscarle para ir a clase, le dejase pasar para hacerle un encargo. Fue Olmedo, y Maximiliano le rogó corriese a avisar a Fortunata la visita del clérigo, para que estuviese prevenida. «Oye, adviértele que tenga mucho cuidado con lo que dice; que hable sin miedo y con sinceridad; basta con esto. Dile cómo estoy y que no la podré ver hasta mañana». iv
Magnífica estatua... original pensamiento... oye: «La Aurora suplica a Diana que apresure el curso de la noche...». Ana aplaudió y atravesó el umbral. Don Víctor entró detrás diciéndose a sí mismo en voz alta: ¡Hija mía! Es otra.... Ese Benítez me la ha salvado.... Es otra.... ¡Hija de mi alma! Cenaron en la vajilla de los marqueses. Los dos tenían muy buen apetito.
Palabra del Dia
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